Page 105 - Vuelta al mundo en 80 dias
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sobre su honradez, la generosidad, la abnegación de Phileas Fogg, y después tranquilizaba a
                  mistress Aouiuda sobre el éxito del viaje, repitiendo que lo más difícil estaba hecho, que ya
                  quedaban atrás los fantásticos países de la China y del Japón, que ya marchaban hacia las
                  naciones civili-zadas, y, por último, que un tren de San Francisco a Nueva York, y un
                  transatlántico de Nueva York a Lon-dres, bastarían indudablemente para terminar esa
                  difi-cultosa vuelta al mundo en los plazos convenidos.

                  Nueve días después de haber salido de Yokohama, Phileas Fogg había recorrido
                  exactamente la mitad del globo terrestre.

                  En efecto: el "General Grant"pasaba el 23 de noviembre por el meridiano 180, bajo el cual
                  se encuentran, en el hemisferio austral, los antípodas de Londres. De ochenta días
                  disponibles, mister Fogg había empleado ya ciertamente cincuenta y dos, y no le quedaban
                  ya más que veintiocho; pero si el gentle-man se encontraba a medio camino en cuanto a los
                  meridianos, había recorrido en realidad más de los dos tercios del trayecto total, a
                  consecuencia de los rodeos de Londres a Adén, de Adén a Bombay, de Calcuta a Singapore
                  y de Singapore a Yokohama. Siguiendo cir-cularmente el paralelo 50, que es el de Londres,
                  la dis-tancia no hubiera sido más que unas doce mil millas, mientras que por los
                  caprichosos medios de locomo

                  ión, había que recorrer veintieséis mil, de las cuales el se habían andado ya diecisite mil
                  quinientas el 23 de noviembre. En lo sucesivo, el camino era directo, y Fix ya no estaba allí
                  para acumular obstáculos.

                  Aconteció también que, en esa misma fecha, 23 de noviembre, Picaporte experimentó suma
                  alegría. Recuérdese que se había obstinado en conservar la hora de Londres, en su famoso
                  reloj de familia, teniendo por equivocadas todas las horas de los países que atravesa-ban.
                  Pues bien, aquel día, sin haber tocado a su reloj, se encontró confon ne con los
                  cronómetros de a bordo. Fácil es comprender el triunfo de Picaporte, que hubie-ra querido
                  tener delante a Fix para saber lo que diría.

                   ¡Ese tunante, que me refería un montón de his-torias sobre los meridianos, el sol y la
                  luna!  repetía Picaporte . ¡Vaya una gente! ¡Si la escuchasen, buena relojería habría! Ya
                  estaba yo seguro que algún día se decidiría el sol a arreglarse por mi reloj.


                  Picaporte ignoraba que, si la muestra de su reloj hubiese estado dividida en veinticuatro
                  horas, en vez de doce, como los relojes italianos, no hubiera tenido motivo ninguno de
                  triunfo, porque las manecillas de su instrumento, cuando fuesen las nueve de la mañana,
                  señalarían las de la noche; es decir, la hora vigésima primera después de medianoche,
                  diferencia precisa-mente igual a la que existe entre Londres y el meridia-no, que está a 180
                  grados.

                  Pero si Fix hubiera sido capaz de explicar ese efec-to, puramente físico, Picaporte no lo
                  habría compren-dido ni admitido; además de que si en aquel momento, el inspector de
                  policía se hubiese presentado a bordo, es probable que Picaporte le ajustara cuentas, y de un
                  modo muy diferente.
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