Page 120 - Vuelta al mundo en 80 dias
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Por fortuna, su residencia en la Ciudad de los San-tos, no debia prolongarse. A las cuatro
                  menos algunos minutos, los viajeros se hallaban en la estación y vol-vían a ocupar su
                  asiento en los vagones.

                  Dióse el silbido; pero cuando las ruedas de la loco-motora, patinando sobre las vías,
                  comenzaban a impri-mir alguna velocidad al tren, resonaron estos gritos: ¡Alto! ¡Alto!

                  No se para un tren en marcha, y el que profería esos gritos era, sin duda, algún mormón
                  rezagado. Corría desalentado, y afortunadamente para él no había en la estación puertas ni
                  barreras. Se lanzó a la vía, saltó al estribo del último coche, y cayó sin alien-to sobre una de
                  las banquetas del vagón.

                  Picaporte, que había seguido con emoción los incidentes de esta gimnástica, vino a
                  contemplar al reza-gado, a quien cobró vivo interés al saber que se escapaba a consecuencia
                  de una reyerta de familia.

                  Cuando el mormón recobró el aliento, Picaporte se aventuró a preguntarle cortésmente
                  cuántas mujeres tenía para él solo, y del modo con que venía escapado le suponía una
                  veintena, al menos.

                   ¡Una, señor!  contestó el mormón, elevando los brazos al cielo , ¡una y era bastante!



                  XXVIII


                  El tren, al salir de Great Lake City y de la estación de Odgen, se elevó durante una hora
                  hacia el Norte hacia el río Veber, después de recorrer unas novecien-tas millas desde San
                  Francisco. En esta parte de terri-torio, comprendida entre esos montes y las Montañas
                  Rocosas, propiamente dichas, los ingenieros america-nos han tenido que vencer las más
                  serias dificultades. Así, pues, en ese trayecto, la subvención del gobierno de la Unión ha
                  ascendido a cuarenta y ocho mil dóla-res por milla, al paso que no eran más que dieciséis
                  en la llanura; pero los ingenieros, como hemos dicho, no han violentado a la naturaleza,
                  sino que han usado con ella la astucia, sesgando las dificultades, no habiendo tenido
                  necesidad de perforar más que un túnel de catorce mil pies para llegar a la gran cuenca.

                  En el lago Salado era donde el trazado llegaba a su más alto punto de altitud. Desde aquí su
                  perfil describía una curva muy prolongada, que bajaba hacia el valle de Bitter  Creek,
                  para remontarse hasta la línea divisoria de las aguas entre el Océano y el Pacífico. Los ríos
                  eran numerosos en esta region montuosa. Hubo que pasar sobre puentes el Muddy, el Gree
                  y otros. Picaporte se había tornado más impaciente a medida que se acercaba el término del
                  viaje, y Fix, a su vez, hubiera querido haber salido ya de aquella región extraña. Temía las
                  tardanzas, recelaba los accidentes, y aún tenía más prisa que el mismo Phileas Fogg en
                  poner el pie sobre la tierra inglesa.
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