Page 124 - Vuelta al mundo en 80 dias
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algunos viajeros que se habían acercado, y entre otros, el referido coronel Proctor, con
                  altaneras palabras e imperiosos ademanes.

                  Picaporte oyó decir al guardavía:

                   ¡No! ¡No hay medio de pasar! El puente de Medi-cine Bow está resentido y no
                  aguantaría el peso del tren.

                  El puente de que se trataba era colgante, y cruzaba sobre el torrente, a una milla del sitio
                  donde se había parado el tren. Según el guardavía, muchos alambres estaban rotos, y el
                  puente amenazaba ruina, siendo imposible arriesgarse y pasarlo. El guadavía no exage-raba
                  al afirmarlo y es preciso tener en cuenta que, con los hábitos de los americanos, cuando son
                  ellos pru-dentes, sería locura no serlo.

                  Picaporte, que no se atrevía a contárselo a su amo, estaba oyendo lo que decían, quieto
                  como una estatua y apretando los dientes.

                   ¡Me parece   exclamó el coronel Proctor  que no vamos a estar aquí criando raíces en
                  la nieve!

                   Coronel  respondió el conductor , hemos telegrafiado a la estación de Omaha para
                  pedir un tren, pero es probable que no llegue a Medicine Brow antes de seis horas.

                   ¡Seis horas!   dijo Picaporte.

                   Sin duda. Además, bien necesitaremos ese tiem-po para llegar a pie a la estación.

                   Pero si no está más que a una milla   dijo un viajero.

                   En efecto; pero al otro lado del río.

                   Y ese río, ¿no puede pasarse con barca?

                   Imposible. El torrente viene crecido por las llu-vias. Es un raudal y tendremos que dar un
                  rodeo de diez millas al Norte para hallar un vado.

                  El coronel echó una bordada de temos, pegándola con la compañía y con el conductor,
                  mientras que Picaporte, furioso, no estaba muy lejos de hacer coro con él. Había un
                  obstáculo material, contra el cual habían de estrellarse todos los billetes de banco de su
                  amo.

                  Además, el descontento era general entre los viajeros, quienes, sin contar con el atraso, se
                  veían obligados a andar unas quince millas por la llanura nevada. Hubo, pues, alboroto,
                  vocifera-ciones, gritería, y esto hubiera debido llamar la atención de Phileas Fogg, a no
                  estar absorto en el juego.
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