Page 127 - Vuelta al mundo en 80 dias
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                  Aquella misma tarde, el tren proseguía su marcha sin obstáculos, pasaba el fuerte Sanders,
                  trasponía el paso de Cheyenvoy, llegaba al paso de Evans. En este sitio alcanzaba el
                  ferrocarril el punto más alto del tra-yecto, o sea ocho mil noventa y un pies sobre el nivel
                  del Océano. Los viajeros ya no tenían más que bajar hasta el Atlántico por aquellas llanuras
                  sin límites, niveladas por la naturaleza.

                  Allí empalmaba el ramal de Denver, ciudad prin-cipal de Colorado. Este territorio es rico
                  en minas de oro y de plata, y más de cincuenta mil habitantes han fijado allí su domicilio.

                  Se habían recorrido mil trescientas ochenta y dos millas desde San Francisco, en tres dias y
                  tres noches, cuatro noches y cuatro días debían bastar, según toda la previsión, para llegar a
                  Nueva York. Phileas Fogg se mantenía, por consiguiente, dentro del plazo regia-mentario.

                  Durante la noche se dejó a la izquierda del campa-mento de Walbab. El
                  "Lodge Pole Crek" discurría paralelamente a la vía, siguiendo sus aguas la frontera
                  rectilínea común a los Estados de Wyoming y de Colo-rado. A las once entraban en
                  Nebraska, pasaban cerca de Sedgwick, y tocaban en Julesburgh, situado en el brazo
                  meridional del río Platte.

                  Allí fue donde se inauguró el "Union Paciflc", el 23 de octubre de 1867, cuyo ingeniero jefe
                  fue el gene-ral J. M. Dodge, y donde se detuvieron las dos pode-rosas locomotoras que
                  remolcaban los nuevos vagones de convidados, entre los cuales figuraba el vicepresi-dente
                  Tomás C. Durant. Allí dieron el simulacro de un combate indio; allí brillaron los fuegos
                  artificiales, en medio de ruidosas aclamaciones: allí, por último, se publicó, por medio de
                  una imprenta portátil, el primer número del "Rail way Pioneer". Así fue celebrada la
                  inauguración de ese gran ferrocarril, instrumento de progreso y de civilización, trazado a
                  través del desier-to y destinado a enlazar entre sí ciudades que no exis-tían aún. El silbato
                  de la locomotora, más poderoso que la lira de Anfión, iba a hacerlas surgir muy en breve
                  del suelo americano.

                  A las ocho de la mañana, el fuerte Mac Pherson quedaba atrás. Este punto dista trescientas
                  cincuenta y siete millas de Omaha. La vía férrea seguía por la izquierda del brazo
                  meridional del río Platte. A las nueve, se llegaba a la importante ciudad de North Plat-te,
                  contruida entre los dos brazos de ese gran río, que se vuelven a reunir alrededor de ella para
                  no formar, en adelante ya, más que una sola arteria, afluyente consi-derable cuyas aguas se
                  confunden con las del Missou-ri, un poco más allá de Omaha.

                  Mister Fogg y sus compañeros proseguían su juego, sin que ninguno de ellos se quejase de
                  la longi-tud del camino. Fix había empezado por ganar algunas guineas que estaba
                  perdiendo, no siendo menos apa-sionado que mister Fogg. Durante aquella mañana, la
                  suerte favoreció singularmente a éste. Los triunfos llo-vían, por decirlo así, en sus manos
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