Page 132 - Vuelta al mundo en 80 dias
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¡Estamos perdidos si el tren tarda cinco minutos en pararse!

                   ¡Se parará!  dijo Phileas Fogg, que quiso echarse fuera del vagón.

                   Estad quieto, señor  le gritó Picaporte . Yo me encargo de ello.

                  Phileas Fog, , no tuvo tiempo de detener al animo-so muchacho, que, abriendo una
                  portezuela, consiguió deslizarse debajo del vagón. Y entonces, mientras la lucha continuaba
                  y las balas se cruzaban por encima de su cabeza, recobrando su agilidad y flexibilidad de
                  clown, arrastrándose colgado por debajo de los coches, y agarrándose, ora a las cadenas,
                  ora a las palancas de freno, rastreándose de uno a otro vagón, con maravillosa destreza,
                  llegó a la parte delantera del tren sin haber podido ser visto.

                  Allí, colgado por una mano entre el furgón y el ténder, desenganchó con la otra las cadenas
                  de seguri-dad; pero a consecuencia de la tracción, no hubiera conseguido desenroscar la
                  barra de enganche, si un sacudimiento que la máquina experimentó, no la hubiera hecho
                  saltar, de modo que el tren, desprendi-do, se fue quedando arás, mientras que la locomotora
                  huía con mayor velocidad. El corrió aún durante algu-nos minutos; pero los frenos se
                  manejaron bien, y el convoy se detuvo, al fin, a menos de cien pasos de la estación de
                  Kearney.

                  Allí, los soldados del fuerte, atraídos por los dis-paros, acudieron apresuradamente. Los
                  sioux no los habían esperado, y antes de pararse completamente el tren, toda la banda había
                  desaparecido.

                  Pero cuando los viajeros se contaron en el andén de la estación, reconocieron que fantaban
                  algunos, y entre otros el valiente francés, cuyo denuedo acababa de salvarlos.



                  XXX


                  Tres viajeros, incluso Picaporte, habían desapare-cido. ¿Los habían muerto en la lucha?
                  ¿Estarían pri-sioneros de los sioux? No podía saberse todavía.

                  Los heridos eran bastantes numerosos, pero se reconoció que ninguno lo estaba
                  mortalmente. Uno de los más graves era el coronel Proctor, que se había batido
                  valerosamente, recibiendo un balazo en la ingle. Fue trasladado a la estación con otros
                  viajeros, cuyo estado reclamaba cuidados inmediatos.

                  Mistress Aouida estaba en salvo, Phileas Fogg, que no había sido de los menos ardientes en
                  la lucha, salió sin un rasguño. Fix estaba herido en el brazo, pero levemente. Pero Picaporte
                  faltaba, y los ojos de la joven Aouida vertían lágrimas.

                  Entretanto, todos los viajeros habían abandonado el tren. Las ruedas de los vagones estaban
                  manchadas de sangre. De los cubos y de los ejes colgaban infor-mes despojos de carne. Se
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