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ron llegando a Kepler numerosas noticias de toda Europa, aunque
        con el consabido retraso. Muy interesante es la observación del
        astrónomo Antonio Laurentino, quien dice:


            En primer lugar apareció pequeñita y luego, día a día, iba creciendo
            hasta aparecer en toda su grandeza con luz no muy inferior a la de
            Venus, pero superior a la de Júpiter.

            La luz de las supernovas tiene un período de  crecimiento
        antes del máximo para luego decrecer en períodos mucho más
        largos. Entonces, Laurentino fue capaz de apreciar la aparición de
        la supernova cuando aún era muy «pequeñita», para lo que se re-
        quieren grandes dotes de observador.
            Sin embargo, Kepler lo niega y afirma que la estrella apareció
        bruscamente con todo su esplendor desde el principio. El 28 de
        octubre ya fue vista por muchos observadores, aunque no por él,
        puesto que había nubes, obedeciendo a sus propias estimaciones
        astrológicas.
            Los once primeros capítulos versan sobre cuestiones astro-
        lógicas. En este caso está algo justificado, porque la nova apareció
        en una conjunción llamativa de Júpiter, Saturno y Marte y ade-
        más en el «Trígono de Fuego», que no es más que un triángulo
        astrológico formado por los signos del zodíaco Aries, Leo y Sagi-
        tario,  donde resulta que se produce la conjunción de Júpiter y
        Saturno cada ochocientos años. Esto es un hecho ciertamente re-
        saltable, ya que,  causados por esta conjunción, eran esperables
        grandes acontecimientos, lo que explica que hubiera tanta aten-
        ción en aquellos días a los fenómenos celestes especiales.
            Pero, además, la estrella nova apareció junto a estos plane-
        tas. Nos lo precisa Kepler con todo detalle:  «Entre la nueva y
        Júpiter 3°28½'; Marte a 8°31'; Saturno a 6º12' o 6º14'». Cierta-
        mente tal casualidad era muy notoria, por lo que algunos astró-
        logos atribuyeron la formación de la nova como engendrada por
        estos planetas. Kepler lo rebatió certeramente. Anotó cuidado-
        samente la distancia angular de la nova a otras fijas durante un
        largo período de tiempo. No observó paralaje alguno, por lo que
        dedujo que la nova era «fija»  y estaba situada a mucha mayor






                                                         EL ASTROFÍSICO     107
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