Page 102 - 12 Kepler
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chas dudas irían menguando al crecer el tamaño de los telesco-
                     pios.  La carrera por conseguir telescopios más y más grandes
                     continúa sin freno en nuestros días;  baste pensar en los futuros
                     E-ELT (EuropeanExtremely Large Telescope),  de 39 m, o el SKA
                     (Square Kilometre Array).
                         Hay que advertir en la discusión de la paradoja de Olbers que
                     hoy,  contra la percepción de la intuición ingenua, la relatividad
                     general nos permite concebir un universo finito  en el espacio,
                     pero sin centro ni bordes ni punto singular alguno.



                     LA S NEBULOSAS

                     Con este término, Kepler se refiere a la Vía Láctea, pues no hay
                     otra nebulosa que pudiera observarse sin telescopio, exceptuando
                     las Nubes de Magallanes, de las que quizá Kepler terúa noticia al
                     haber sido descubiertas para nuestra cultura un siglo antes, en el
                     viaje de Magallanes y Elcano. Suele decirse que Galileo fue quien
                     propuso que la Vía Láctea era en realidad un conjunto muy grande
                     de estrellas. Kepler hurtó el mérito a Galileo por pensar que otros
                     ya lo habían creído antes. La Vía Láctea era una «reunión de estre-
                     llas, cuyas luces se confunden por la torpeza de la visión».



                     LOS SATÉLITES  DE JÚPITER

                     Como los cuatro nuevos «planetas» no se alejaban más de 14' de
                     Júpiter, no estaban en conflicto con la conclusión del joven Kepler
                     de que solo podía haber seis planetas, como se decía en el Myste-
                     rium cosmographicum.  Con una pequeña holgura que hubiera
                     entre sólidos perfectos y órbitas planetarias, podrían existir estos
                     nuevos planetas sin desmantelar el sistema kepleriano.  Calculó
                     cómo verían los habitantes de Júpiter o Saturno nuestra Luna y
                     para ellos tampoco nuestro satélite se apartaría mucho más de
                     esos pocos minutos. El nombre de «satélite» para la Luna y para
                     los cuatro planetas nuevos de Júpiter fue precisamente introdu-
                     cido por Kepler.






         102         EL ASTROFÍSICO
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