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La postura de Kepler era que el universo era finito, que había
una cavidad en la distribución de estrellas, precisamente ocupada
por el Sol y los planetas, y que en ningún otro lugar del universo
podía verse algo parecido a lo que se veía aquí. Estábamos real-
mente en un punto singular del universo. A esta concepción le
llevaba también su credo religioso y se basaba en observaciones
y argumentos supuestamente objetivos.
Él pensaba que las estrellas fijas tenían un tamaño angular de
aproximadamente un minuto de arco; había algunas más grandes,
pero no se observaban más pequeñas. Tanto las más como las
menos brillantes parecían tener el mismo tamaño. Entonces, pen-
saba Kepler, si hubiera estrellas más lejanas, con el mismo tamaño
angular, tendrían que ser más grandes, cada vez más grandes
cuanto más lejos. Era más lógico pensar que eran todas más o
menos del mismo tamaño y que estaban todas a la misma distan-
cia. Los futuros telescopios no podrían observar muchas más por-
que no cabrían en el cielo.
¿Dónde estaba el error de este razonanliento? Hoy nos resulta
fácil detectarlo. El tamaño angular de las estrellas no es un minuto
de arco; lo qU:e es un minuto de arco es el poder de resolución del
ojo humano. La resolución de cualquier instrumento es el ángulo
más pequeño tal que dos puntos puedan ser separados sin que sus
imágenes se confundan. Lo que hace que la imagen de un punto «se
ensanche» y pueda solaparse con la imagen del punto vecino es la
difracción de la luz, consecuencia de su carácter ondulatorio. La
imagen de un punto, en cualquier ojo o telescopio, no es un punto,
sino una figura de difracción que tiene una determinada anchura.
Este ángulo en la imagen, que nos indica cómo se ensancha
un punto observado, se calcula aproximadamente dividiendo la
longitud de onda por el diámetro de abertura del telescopio o del
aparato de medida. El resultado viene expresado en radianes. Si
la luz visible tiene una longitud de onda de 500 nm y la pupila del
ojo tiene 2 mm, resulta que el ojo humano tiene un poder de reso-
lución de un minuto de arco, precisamente el valor que atribuía
Kepler al tamaño angular de las estrellas. No está nada mal, tene-
mos un ojo realmente maravilloso, aunque nada comparable con
el poder de resolución de un telescopio de 10 ni.
98 EL ASTROFÍSICO