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Galileo llamó a los satélites de Júpiter «estrellas mediceas»
para dedicárselas a la familia de los Médicis, su mecenas. Pero los
nombres actuales de estos satélites fueron puestos por Simon Ma-
rius (1573-1624), por sugerencia de Kepler. Estos nombres son Ío,
Europa, Garúmedes y Calisto. Salvo el tercero, son nombres de
amantes de Júpiter.
«Kepler es el padre conjunto de estas cuatro estrellas.»
- SIMON MARIUS, REFIRIÉNDOSE A LOS CUATRO SATÉLITES DE JúPITER.
Hemos visto que la filosofía religiosa de Kepler le había con-
ducido a grandes hallazgos. Veamos ahora todo lo contrario. Júpi-
ter tiene que estar habitado -pensaba Kepler-, pues nuestra
Luna sirve a nuestra astrología. No sirven a esta los cuatro nuevos
satélites pues no los vemos, salvo que estemos mirando continua-
mente por el telescopio. ¿Para qué sirven entonces? Tienen que
servir para la astrología de los habitantes de Júpiter. Luego Júpiter
está habitado. ¿Cómo son los habitantes de Júpiter? Son menos
nobles que nosotros, puesto que Júpiter es menos noble que la
Tierra. Una razón para entenderlo es que nosotros estamos en el
medio, con tres astros «por debajo» (el Sol, Mercurio y Venus) y
otros tres «por arriba» (Marte, Júpiter y Saturno). Nosotros pode-
mos saber que estamos en el medio porque desde donde estamos
observamos Mercurio. Pero un habitante de Júpiter no lo vería,
luego no le serviría para su astrología; su astrología sería más
pobre, etc. Y así seguía con otros razonamientos medievales por
el estilo.
LA ESTRELLA «NOVA» DE KEPLER
En 1604 tuvo lugar uno de esos singulares acontecimientos, tan
escasos en la historia escrita, como es la aparición de una super-
nova. No fue él quien la descubrió pero, como Matemático Impe-
rial, debía publicar su estudio y su opinión. Así lo hizo en la obra
EL ASTROFÍSICO 103