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Permítame preguntarle lo obvio. Si Jesús, el Hijo de Dios, el Salvador sin pecado de la
humanidad, pensó que valía la pena dejar libre su calendario para orar, ¿no será sabio que
nosotros hagamos lo mismo?
No solo que Él pasaba regularmente tiempo con Dios en oración, sino que pasaba regularmente
tiempo en la Palabra de Dios. Por supuesto, no vemos a Jesús sacando de su mochila un Nuevo
Testamento encuadernado en cuero y leyéndolo. Lo que sí vemos, sin embargo, es el
impresionante ejemplo de Jesús, en el fragor de la tentación en el desierto, usando la Palabra de
Dios para enfrentarse a Satanás. Tres veces fue tentado, y cada vez repelió el ataque con la frase:
«Está escrito en las Escrituras» ( Lucas 4.4 , 8 , 12 ), y entonces citó un versículo. Jesús estaba tan
familiarizado con las Escrituras que no solo sabía el versículo, sino que sabía cómo usarlo.
Después tenemos la ocasión cuando a Jesús se le pidió que leyera en la sinagoga. Se le dio el
libro del profeta Isaías. Halló el pasaje, lo leyó, y declaró: «Hoy se ha cumplido esta Escritura
delante de vosotros» ( Lucas 4.21 ). Se nos da el cuadro de una persona que sabe abrirse paso en
las Escrituras y puede reconocer su cumplimiento. Si Jesús pensó que era sabio familiarizarse con
la Biblia, ¿no deberíamos hacer lo mismo?
Si vamos a ser como Jesús, si vamos a tener oídos que oyen la voz de Dios, entonces hemos
hallado dos hábitos dignos de imitar: los hábitos de la oración y de la lectura de la Biblia. Considere
estos versículos:
Gozosos en la esperanza; sufridos en la tribulación; constantes en la oración (
Romanos 12.12 ; cursivas añadidas).
Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella,
no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo
que hace ( santiago 1.25 ).
Si vamos a ser como Jesús, debemos tener un tiempo regular para hablar con Dios y escuchar
su Palabra.
ESPIRITUALIDAD PRESTADA
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