Page 59 - Lucado. Max - Como Jesús_Neat
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Cualquiera que estuvo cerca de Cristo por un poco de tiempo oyó del propio Jesús: «El Hijo del
Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido» ( Lucas 19.10 ). «El Hijo del Hombre no
vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos» ( Marcos 10.45 ).
El corazón de Cristo estaba enfocado indefectiblemente en una tarea. El día en que dejó la
carpintería de Nazaret tenía un último objetivo: la cruz del Calvario. Se concentró tanto que sus
palabras finales fueron: «Consumado es» ( Juan 19.30 ).
¿Cómo pudo Jesús decir que había concluido? Todavía había gente con hambre a quienes
alimentar, enfermos que sanar, gente que no sabía a la que había que enseñar y gente sin cariño a
la cual amar. ¿Cómo podía decir que había concluido? Sencillo. Había completado la tarea
designada. Su comisión estaba cumplida. El pintor podía poner a un lado su pincel, el escultor su
cincel, el escritor su pluma. El trabajo estaba hecho.
¿No le encantaría poder decir lo mismo? ¿No le encantaría poder mirar retrospectivamente su
vida y saber que ha hecho lo que fue llamado a hacer?
CORAZONES DISTRAÍDOS
Nuestras vidas tienden a esparcirse tanto. Nos intriga una moda hasta que asoma la siguiente. Nos
dejamos embobar por la última novelería o cura rápida. Este proyecto, y después el otro. Vidas sin
estrategia, sin metas, sin prioridad definida. Jugando hoyos fuera de orden. Erráticas. Vacilantes.
Viviendo la vida con hipo. Fácilmente nos distraemos por cosas pequeñas y nos olvidamos de las
grandes. Vi un ejemplo de esto el otro día, en una tienda de abarrotes.
Hay una sección en el supermercado en la cual soy experto veterano: la sección de muestras
gratis. Nunca dejo pasar un bocadillo. El sábado pasado volví a la tienda donde suelen estar las
que reparten muestras gratis. ¡Eureka! Había dos personas repartiendo muestras a los hambrientos
que esperaban en fila. Una tenía una sartén de chorizos y la otra una bandeja llena de apio cubierto
con queso crema. Usted se sentirá orgulloso al saber que opté por el apio. Quería el chorizo, pero
sabía que el apio es mejor para mí.
Desafortunadamente la señora del apio nunca me vio. Estaba demasiado ocupada arreglando
sus ramas de apio. Pasé frente a ella, y ella ni siquiera levantó la vista. La señora del chorizo, sin
embargo, me vio acercarme y me extendió el plato. Decliné y volví a pasar frente a la señora del
apio. La misma respuesta. Ni siquiera me miró. Estaba demasiado atareada arreglando su bandeja.
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