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Muros. Historia viva

















                         Leyendas de la Villa


                      as leyendas y los cuentos tradicionales también forman, de un modo u
                      otro, parte de nuestra historia. A lo largo de los años se han ido forjan-
               Ldo numerosas creencias surgidas de la imaginación popular.
               Muchas de ellas hacen referencia a sucesos meramente anecdóticos y otras
            son fruto de rumores y supersticiones. Aquí vamos a rememorar solo algunas de
            estas antiguas creencias que se han mantenido vivas a lo largo de los tiempos,
            formando parte para siempre de nuestro pasado cultural.

              Todos somos gallegos menos el capitán, que es

                                          de Muros

               En el siglo XV la Villa de Muros tenía fama de contar con muy buenos nave-
            gantes. Eran sus marineros diestros en las artes del mar y, debido a su industria
            pesquera, los barcos de este puerto viajaban por toda Europa; razón por la cual
            tanto la Villa como sus naturales eran muy conocidos. En aquellos tiempos nació
            el dicho que tanta fama adquirió y se fue propagando a lo largo del tiempo.
               Hacía un viaje por Europa un bergantín muradano comerciando con el pesca-
            do manufacturado en la Villa, siendo todos sus tripulantes gallegos, al igual que
            su capitán, que era natural de la villa de Muros.
               Durante la travesía los sorprendió un fuerte temporal, estando muy alejados
            ya de la costa. Por unos días, el bergantín soportó los envites de las olas que lo
            sacudían con fiereza. Después de sortear grandes peligros y con la nave casi
            desarbolada por los golpes de mar, se encontraron muy cerca de las rocas en una
            bajos donde el mar rompía con mucha fuerza. Las fuertes corrientes existentes
            en aquellas aguas arrastraban al bergantín hacia las piedras y el capitán tuvo que
            hacer uso de toda su destreza para evitar zozobrar.
               Después de varias horas luchando con los elementos, y casi sin velas, pudie-
            ron maniobrar, dirigiendo la nave hacia el exterior y alcanzando nuevamente


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