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bahareque. del templo católico”, refiere.
Para la restauración el padre Hernández, relata: “Cuando lle-
contó con la ayuda del Ingeniero gué donde mis amigos arquitectos,
Herman Roberto Hernández, orig- medio cruzamos unas palabras y
inario de Armenia, quien en su pri- observé que se estaban muriendo de
mera visita observó el deterioro del miedo. Hasta cierto punto atónitos
Altar Mayor y sus partes laterales. ante la serenidad del padre Guerra,
“La restructuración – explicó- se que no paraba de hablar de cómo
planificó de forma económica. Con estaban quedando las paredes y la
base en ese panorama se trató que disposición de las ventanas. Sin
aquello fuera módico y seguro”. perder tiempo, al verme sólo me
“Para el trabajo –agregó- me dijeron: ¡vámonos al carajo de aquí,
auxilió un muchacho que estudi- porque nos van a matar!”.
aba arquitectura, poseedor de una “La verdad – recalca-, ignorába-
imaginación tremenda. A partir INGENIERO mos los problemas que tenía el
de allí se visualizó hacerlo de la HERMAN padre y tampoco se los pregun-
siguiente manera: Dispusimos un ROBERTO tamos. Sí, daba la sensación de
semicírculo, paredes bajas y altas; que más que estar en un templo y
colocar algunas vigas y dejar espa- HERNÁNDEZ nosotros como ingenieros haciendo
cios entre columna y columna, ven- una obra, habíamos entrado a un
tanas plásticas fijas de colores. El campo de batalla, del que debíamos
objetivo era que quedara bien iluminado. En salir. Menos mal que ya estaba prácticamente
lugar de poner vidrio que resultaba bastante concluido nuestro trabajo. Nunca regresamos”,
caro. Trabajamos en el techo, pero en lo fun- concluye.
damental el interior no se tocó”, puntualizó. El padre Walter, aún en medio del conflicto
A Herman, al recordar esa
experiencia se le viene a la
memoria una anécdota, sobre su
paso por la iglesia. “La última vez
que fui a Armenia a supervisar
el trabajo, ya había comenzado
la guerra. Recuerdo que ese día
aproveché para ir a comer con mi
familia, que vivía cerca del rastro
municipal. Mis acompañantes,
dos arquitectos, se quedaron
con el padre. De repente, mien-
tras comía con mi madre, se me
acercó un vecino y me preguntó
qué andábamos haciendo ahí,
que nos iban a matar”.
“En ese momento -revela- me
enteré que hacía unos días habían
ido a balacear la iglesia y el convento. Recordé EL ATRIO UN ESCENARIO OBLIGADO
entonces que había dejado a mis amigos con el DE LAS FOTOGRAFÍAS LUEGO DE LOS
padre. En realidad, no había medido el peligro. BAUTIZOS. EN LA GRAFICA LA SALIDA
Ya el sacerdote les había enseñado los orificios LATERAL QUE DABA AL COLEGIO
dejados por los proyectiles en diferentes partes SANTA TERESA (1967)
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