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El 8 de febrero, 110 comandos embarcaron en un Hércules de la Fuerza Aérea, para volar desde
el Grupo Aéreo N° 8 hasta el aeródromo de Shumba, en Jaén (Amazonas). La misión asignada por
el Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas, del cual el BC-19 era fuerza estratégica, fue clara
atacar Coangos para cortar la ruta de abastecimiento y comunicaciones ecuatorianas hace Falso
Tiwinza, y provocar el mayor castigo posible a las tropas procedentes de dicha base enemiga.
Al llegar a la selva fueron recogidos en varios camiones de civiles deseosos de colaborar. Allí se
vivía una enorme efervescencia Patriótica, muy diferente al relajado ambiente limeño, donde la
gente solo pensaba en irse a veranear. El viaje continuó por tierra hasta el puerto de Imaza, y luego
en botes y hasta Peque-Peque (canoas a motor) hasta Uracuza –base de mantenimiento de
helicópteros- y luego al campo aéreo de Ciro Alegría, base de los helicópteros militares en
operaciones hacia el PV-1.
Rápidamente, se armaron patrullas mixtas incorporando a otros comandos que habiendo arribado
a mediados de enero había luchado en la conquista de Cueva de la Tayos y Base Sur junto al
Batallón de Infantería de Selva Callao N° 25.
DONDE LAS PAPAS QUEMAN
“Yo había servido antes en la zona en el BIS-25, y como el alcalde Octavio Shcaime Huahua me
conocía llegó aportando varios guías. Embarcamos en ocho helicópteros MI-8 y volamos hacia el
Cenepa. De pronto, sobre Jiménez Banda, la aeronave de punta piloteada por el recordado Mayor
Da Cruz, detecta un misil antiaéreo procedente de la
Base Ecuatoriana Cóndor Mirador que explota a su
máximo alcance”, agrega. Eso los obligó a regresar a
Ciro Alegría y al día siguiente, buscar otra ruta hacia el
este de la Cordillera de Huaracayo, que sin advertirlo
los llevó a sobrevolar brevemente otra base enemiga,
Coangos, Felizmente, sus defensores estaban
distraídos y las aeronaves pudieron arribar a PV-1 en
vuelo rasante por infiltración y sin problemas.
Con las últimas luces del atardecer los comandos
avanzaron cuatro kilómetros de tupida selva, cruzando
el río hasta en dos oportunidades, rumbo a la “Y”,
donde estaba el puesto de socorro médico avanzado.
Hacia la mano derecha estaba Cueva de los Tayos y Base Sur, ya reconquistados, y hacia el este
la nueva zona de combate adonde debían llegar. Pero les ganó la noche y se detuvieron a acampar.
La oscuridad era tal que no se veían ni las palmas de las manos. Además, bajó la temperatura y
empezó na lluvia torrencial. Sin embargo, nada afectó la altísima moral de esta gente experta en
guerra contrasubversiva, cuya rutina era acudir en apoyo de los Rentes Militares del Huallaga,
Mantaro o Huamanga “cuando las papas queman”
Esa noche descansaron, apretujados bajo unos plásticos a modo de carpas, cerca de Cueva de los
Tayos. Al amanecer continuaron el desplazamiento y luego hicieron un alto, cuando de pronto
oyeron el ronroneo de lo que creyeron era una avioneta. “Fue breve y pensé que tal vez era de
narcotraficantes lo que me pareció extraño”, cuenta el veterano de guerra. Sin embargo, minutos
después de informar por radio las novedades al puesto de comando de Uracuza, se desató un
bombardeo cerca de la posición.
Por seguridad, la unidad se movió hacia Base Sur, donde se enteraron que el ataque fue de tres
aviones A-37 ecuatorianos procedentes de la base de Macas. Y que el ronroneo había sido un UAV
(Vehículo Aéreo no Tripulado, por sus siglas en inglés), cuya función era hacer radiogoniometría
para determinar las posiciones peruanas y orientar el bombardeo. “Todo esto nos obligó a
replantear la estrategia y en lugar de rodear Coangos para golpear por la retaguardia, resolvimos ir
de frente y tocar la puerta”, afirma el combatiente. Efectivamente, lo ideal hubiera sido dar un rodeo,
“EL COMANDANTE” | OCTUBRE – NOVIEMBRE - DICIEMBRE | AÑO 10 N° 38 36
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