Page 37 - EL COMANDANTE 4
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pero el cruce de la serla enmarañada, los enormes barrancos, la lluvia y el barro que les llegaba a
las rodillas, y los campos de minas antipersonales, les
hicieron perder valiosas horas.
Además, estaba el excesivo celo de las autoridades
políticas en Lima, que eran muy reacias a permitir que
nuestras tropas cruzaran la frontera para aplicar las
tácticas de combate de “baja intensidad”.
Esas absurdas reglas, más que las trampas explosivas
o el pésimo clima, fue la principal dificultad sobre el
accionar peruano.
RUMBO A COANGOS
Cada patrulla era de unos 25 efectivos y estaba al
mando de un Oficial Comando, de quien tomaba su nombre. Así, estaban las patrullas “Miranda”,
“Molina”, “Calle”, “Camino”, “Huertas”, “Baca”, “Bendezu”, “Bazalar”, “Astudillo”, “Castañeda”,
“Mimbela”, “Chávez”, “Cabrera” y el grupo de doce efectivos de la Fuerza de Operaciones
Especiales (FOES) de la Marina de Guerra del Capitán de Fragata AP Alejandro Silva, que se nos
unió desde Lima aportando su experiencia de guerra en el Frente Ucayali.
Se avanzó con mucho sigilo en paralelo a una trocha, que se sospechó saturada de trampas
explosivas. De improviso, el hombre-punta detectó un claro y unas escaleras de madera en la
montaña; ¡era la entrada a Coangos…!!!
Era el 13 de febrero y el silencio se hizo total. Los comandos se inmovilizaron como estatuas
cubiertos de barro y hojarasca que los hacía casi imposible de distinguir. Cuidadosamente, el
BC-19 empezó a desplegarse para iniciar el ascenso, cuando alguien vio bajar los primeros
ecuatorianos de un contingente de 150 efectivos.
“Parecían arbolitos de navidad, llenos de adornos y regalos” recuerda chispeante Alatrista,
refiriéndose al completo equipamiento con que aparecía su rival; fusiles de asalto de fabricación
alemana, estadounidense e israelí; rifles de tirador selecto, ametralladoras, visores nocturnos,
cascos, chalecos tácticos, trajes camuflados, botas nuevas… y raciones de campaña. Casi todo de
lo que carecía el BC-19, que solo vestía el típico polo – camisa negro o verde y un pantalón corto –
casi desecho por los días de trajín, portaba el fusil de asalto Ml Galil SAR de 5.56 mm algunas
ametralladoras ligeras MAG calibre 7.62 mm y el lanzagranadas RPG-7V- que sus víctimas
confundieron con un lanzallamas.
Algunos comandos apuraron el menú compuesto por sardinas en lata, galletas y agua de la lluvia,
y se alistaron para la emboscada. Lentamente, los desprevenidos ecuatorianos entraron en la “zona
de fuego”, internándose en la “zona de muerte” que venía a continuación. A una orden se inició el
ataque, que terminó rápido, pues el enemigo tiró todo y salió corriendo rumbo a su base. Alrededor
de 30 cuerpos inertes para siempre quedaron en la selva, y otros tantos resultaron heridos.
Desde Coangos empezó un diluvio de morteros y granadas sobre la zona, pero la unidad
rápidamente se evadió hacia zona segura, contando 27 heridos. Desde lejos se vio el vuelo de
varios helicópteros; al parecer evacuando a los numerosos heridos. Esa noche, a diferencia de las
anteriores en las que los ecuatorianos se la pasaron disparando a la oscuridad, reinó un silencio
sepulcral.
CONTINUARÁ EN LA SIGUIENTE EDICIÓN…
“EL COMANDANTE” | OCTUBRE – NOVIEMBRE - DICIEMBRE | AÑO 10 N° 38 37
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