Page 19 - Aviadores de Noticias 2018
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Así pasamos dos semanas en la casa de María, hasta que mi mamá decidió que volviéra-
       mos a  casa. Cuando volvimos papá no estaba, la casa estaba sucia, había cosas rotas y mi mente
       no dejaba de recordar el momento en el que lo vi a papá con el arma en la cabeza de mamá. Mi
       papá aquel que me hacía reír, aquel con quien nos divertíamos jugando a los juegos de mesa y a la

       pelota, intentaba matar a mi mami mientras ella resistía intentaba salir de ese lugar.  Papá la tenía
       con sus manos en el cuello ( la ahorcaba) y con la otra mano la amenazaba sosteniendo la pistola
       en su cabeza.
              Agradecí que ya habíamos llegado a la casa, mamá como siempre se puso a limpiar y a
       ordenar el desastre que papá había dejado.
              Pero no había terminado el horror. Ese mismo día fui a visitar a la abuela como todas las
       tardes, pero no estaba. Estaba el abuelo sólo. Cuando salió del cuarto lo vi y mi miedo había au-
       mentado. Intentó tocarme y manosearme, pero yo trataba que no lo hiciera, lo golpeaba y pateaba,
       pero lo único que hacía era reírse.
              No pude evitar que ocurriera.  Él bajó mis pantalones desabrochó su pantalón y abusó de
       mí. Me obligó a que lo tocará a él, a sus partes íntimas y después levantó mis pantalones, se aco-
       modó y abrochó su pantalón e hizo como si no ocurriera. Esa no fue la primera, ni la segunda vez,
       fue una de varias.
              Mi abuela lo sabía, sabía que estaba ocurriendo pero ella era alguien más que me decía
       “si vos decís esto, vos sabes de lo que tu papá es capaz ya lo has escuchado”. Lo único que hacía
       era fingir como si nada hubiera pasado.
              Los años fueron pasando, papá y mamá se habían separado. Mamá  había decidido que
       nos fuéramos de donde vivíamos a otra parte, para iniciar de nuevo. Aunque todavía no lo sabía
       aquel sucio secreto, le agradecí por sacarme de aquella casa, de ese mundo me había hecho tan
       mal.
              Pasaron diez años después de lo ocurrido
       y  una  necesidad  inmensa  nacía  en  mi  corazón  de
       hablar y  de  contar aquello que  había vivido en la
       niñez.
              HABLÉ y les conté todo a mamá y a mi
       hermana. No fue fácil pero fue el comienzo de un
       proceso  de  sanación  para  las  tres,  especialmente
       para mi mamá y para mí. Sentí que algo había sido
       liberado  en  mi corazón, lo  cual trajo paz y mamá
       me acompañó y ayudó.
              Hay situaciones que a veces nos superan,
       pero hay posibilidad de poder recibir ayuda. Hoy te
       pido que si viviste algo similar no te calles, no seas
       esclavo de  eso que te ata. Hablar te hace libre, te
       hace bien y aunque no encuentres ayuda en tu fami-
       lia,  tu  entorno  puede  ayudarte.  Hay  profesores,
       preceptores, que pueden ayudarte y también amigas
       que pueden comprenderte.
              Decidí  hoy  hablar  y  contar  con  alguien
       para que te pueda ayudar, acompañar y escucharte.
              No  te  calles  te  lo  pido,  nunca  es  tarde
       para hablarlo.
                                          N.R
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