Page 41 - Cementerio de animales
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incluso la mano de una niña podía palpar.
               Hubiera sido fácil mentir ahora, como había mentido antes sobre la vida media de
           los gatos. Pero la mentira se recordaría más adelante y tal vez se inscribiera en la

           ficha  que  todos  los  hijos  extienden  sobre  sus  padres.  Su  propia  madre  le  había
           contado  a  él  una  de  aquellas  mentiras:  la  mentira  inocente  de  que  las  mujeres
           encuentran a los niños entre la hierba fresca cuando realmente los desean. Pero, pese

           a lo inocente de la mentira, Louis nunca se la perdonó a su madre; ni se perdonó a sí
           mismo por haberla creído.
               —Cariño, eso forma parte de la vida.

               —¡Una parte "muy mala"! —gritó ella—. ¡Muy mala!
               No había respuesta para esto. Ellie siguió llorando. Al fin dejaría de llorar. Aquél
           era el primer paso dirigido a establecer una paz precaria con una verdad inmutable.

               Louis abrazaba a su hija mientras escuchaba el repique de campanas del domingo
           por la mañana que flotaba en el aire, sobre los campos de septiembre, y tardó algún

           tiempo en darse cuenta, después de que cesara el llanto, de que Ellie, al igual que
           Church, se había dormido.




                                                            * * *


               Louis subió a dejar a la niña en la cama y luego bajó a la cocina, donde Rachel
           estaba  batiendo  la  masa  del  pastel  con  un  brío  un  tanto  exagerado.  Se  mostró

           sorprendida de que Ellie se hubiera quedado dormida a media mañana; no era propio
           de ella.
               —No —dijo Rachel, dejando el cuenco en el mostrador con un golpe seco—; no

           acostumbra hacerlo. Pero me parece que ha estado despierta casi toda la noche. La oí
           rebullir,  y  Church  pidió  para  salir  a  eso  de  las  tres.  Sólo  lo  hace  cuando  ella  está
           nerviosa.

               —Pero, ¿por qué…?
               —¡Vamos,  tú  sabes  perfectamente  por  qué!  —dijo  Rachel,  furiosa—.  ¡Ese

           dichoso cementerio! La impresionó, Lou. Era el primer cementerio que ella veía y…
           la trastornó. No creas que pienso escribir una cartita de agradecimiento a tu amigo
           Jud Crandall por esa excursión.
               «Vaya, ahora resulta que es mi amigo», pensó Louis, perplejo y dolido.

               —Rachel…
               —Y no quiero que la niña vuelva a ese sitio.

               —Rachel, lo que dijo Jud del camino es verdad.
               —No me refiero al camino, y tú lo sabes perfectamente —dijo Rachel, tomando
           el cuenco y poniéndose a batir el pastel con más fuerza que antes—. Es ese maldito
           lugar. Es morboso. Eso de que los niños cuiden las tumbas y limpien el camino… es




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