Page 44 - Cementerio de animales
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lentamente—. Le enseñamos el libro de Myers y se lo explicamos, ¿lo recuerdas? Los
dos estábamos de acuerdo con que los niños deben saber de dónde vienen.
—Eso es distinto…
—No; no lo es —dijo él ásperamente—. Cuando hablaba con ella ahí dentro,
acerca de Church, me acordé de mi madre y del cuento que me contó sobre las hojas
de col cuando le pregunté de dónde sacaban las madres a los niños. Es una mentira
que no se me ha olvidado. No creo que los niños lleguen a olvidar las mentiras que
les dicen sus padres.
—¡De dónde vienen los niños no tiene absolutamente nada que ver con un
cochino cementerio de animales! —le gritó Rachel, y lo que sus ojos le decían era:
«Puedes estar haciendo comparaciones todo el día y toda la noche, Louis; puedes
estar hablando hasta ponerte morado. A mí no me convencerás.»
No obstante, él lo intentó.
—El cementerio de los animales la impresionó porque es una concretización de la
muerte. Ella ya sabe cómo nacen los niños. Bien, ese lugar de ahí arriba la impulsó a
preguntar sobre el extremo opuesto. Es algo perfectamente natural. A mí me parece lo
más natural del m…
—¿Quieres dejar de repetir eso de una vez? —chilló ella. Chillaba realmente, y
Louis retrocedió, sobresaltado, golpeando con el codo la bolsa de la harina que estaba
abierta encima del mostrador y tirándola al suelo. Se alzó una fina nube blanca.
—Oh, mierda… —murmuró, consternado.
En una habitación del piso de arriba, Gage rompió a llorar.
—Fantástico —dijo ella, llorando también—. Has despertado al niño. Muchas
gracias por una mañana de domingo tranquila y sin agobios.
Rachel fue a pasar por su lado, pero él, furioso a su vez la retuvo asiéndola del
brazo. Al fin y al cabo, era ella la que había despertado a Gage con aquellos gritos.
—Deja que te pregunte algo —dijo él—. Porque yo sé que a los seres vivos puede
ocurrirles cualquier cosa, literalmente cualquier cosa. Soy médico y sé de lo que
estoy hablando. ¿Quieres ser tú quien le explique qué pasará si el gato pilla el
moquillo o leucemia? Los gatos son propensos a la leucemia, ¿no lo sabías? ¿O si lo
atropellan en esa carretera? ¿Tú se lo explicarás, Rachel?
—Suéltame —siseó ella. Pero el furor que había en su voz no era nada comparado
con el terror y la confusión de su mirada. «No quiero seguir hablando de esto, y tú no
vas a obligarme, Louis —decía aquella mirada—. Suéltame, tengo que ir a ver qué le
pasa a Gage antes de que se caiga de la c…
—Porque quizá tuvieras que ser tú quien se lo dijera —insistió él—. Podrías
decirle que de esas cosas no se habla, que las personas educadas no hablan de eso;
sólo lo entierran y basta. Pero no digas «entierran», porque podrías crearle complejo.
—¡Te odio! —sollozó Rachel, desasiéndose.
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