Page 42 - Cementerio de animales
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malsano, no hay otra palabra. Si los críos de este pueblo están enfermos, no quiero
           que Ellie contraiga la enfermedad.
               Louis la miraba, desconcertado. Estaba casi convencido de que una de las razones

           por las que su matrimonio resistía mientras, al parecer, no pasaba año sin que dos o
           tres parejas amigas se separaran, era el respeto que ambos profesaban al misterio, esa
           idea apenas intuida y nunca explicada con palabras de que, a fin de cuentas, a la hora

           de la verdad, la cosa del matrimonio no existía, ni tampoco la unión, de que el alma
           de cada cual estaba sola y, en definitiva, desafiaba a la razón. Éste era el misterio. Y
           por más que tú creyeras conocer a tu pareja, había veces en que te encontrabas frente

           a un muro ciego o un pozo sin fondo. Y había veces (pocas, gracias a Dios) en que te
           veías metido en una turbulencia de corrientes desconocidas, como las que, de pronto,
           sin  más  ni  más  zarandean  a  todo  un  avión  de  pasajeros,  y  advertías  una  actitud

           insospechada  y  tan  estrambótica  (por  lo  menos,  a  tus  ojos)  que  te  parecía  incluso
           patógena. Y entonces pisabas con cautela, si valorabas en algo tu matrimonio y tu

           serenidad  de  espíritu.  Entonces  tratabas  de  recordar  que  enojarse  por  semejante
           descubrimiento es propio de los imbéciles que creen realmente que una mente puede
           llegar a conocer a otra.
               —Cariño, no es más que un cementerio de animales —dijo él.

               —Después  de  oírla  llorar  de  ese  modo  ahí  dentro  —dijo  Rachel  señalando  la
           puerta del estudio con una cuchara llena de pasta—, ¿crees que para ella no es más

           que un cementerio de animales? Eso va a dejarle huella, Lou. No. Ellie no volverá a ir
           allí. No es el camino; es el lugar. Ya está pensando que Church va a morir.
               Durante un momento, Lou sintió la extraña impresión de que seguía hablando con
           Ellie que se había puesto unos zancos, un vestido y una máscara de Rachel muy bien

           imitada. Hasta la expresión era la misma: crispada y un poco hosca por fuera, pero
           vulnerable por dentro.

               De pronto, Louis decidió insistir, porque ahora la cuestión le parecía importante;
           no era algo que pudiera soslayarse por respeto a aquel misterio, a aquella suprema
           soledad. Insistía porque creía que ella estaba pasando por alto algo tan grande que
           casi  llenaba  todo  el  paisaje,  y  para  eso  había  que  mantener  los  ojos  cerrados

           deliberadamente.
               —Rachel —dijo—, Church va a morir.

               Ella le miró, irritada.
               —No  se  trata  de  eso  —dijo  lentamente,  hablándole  como  a  un  niño  torpe—.
           Church no va a morir hoy ni mañana…

               —Eso es lo que traté de decirle.
               —…ni pasado mañana, ni, probablemente, hasta dentro de años…
               —Cariño, nunca se sabe…

               —¡Pues claro que sí! —gritó ella—. Nosotros le cuidamos muy bien. El gato no




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