Page 43 - El Misterio de Salem's Lot
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Ben no contestó. Había llegado a la entrada de la casa de Susan.
               —Ben —prorrumpió ella de pronto—, tu nuevo libro, ¿es sobre la casa de los
           Marsten?

               Él rió y le besó la punta de la nariz.
               —Es tarde.
               —No pretendía ser curiosa —le sonrió Susan.

               —Está bien. Ya hablaremos de eso... durante el día.
               —Perfecto.
               —Será mejor que entres, pequeña. ¿Mañana a las seis?

               Susan miró su reloj.
               —Hoy a las seis.
               —Buenas noches, Susan.

               —Buenas noches.
               Bajó  del  coche  y  corrió  por  el  sendero  hasta  la  puerta  lateral,  para  después

           volverse  a  saludarle  con  la  mano  mientras  Ben  se  alejaba  con  el  coche.  Antes  de
           entrar cogió la nota con el pedido para el lechero y agregó crema ácida. Se servirá
           con patatas al horno, pensó. Le dará categoría a la cena.
               Se demoró un minuto más antes de entrar, mirando hacia la casa de los Marsten.




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               Ya en su habitación, pequeña como una caja, Ben se desvistió con la luz apagada

           y se deslizó desnudo entre las sábanas. Susan era una chica bonita, la primera que le
           parecía bonita desde la muerte de Miranda. Pensó que ojalá no tratara de convertirla
           en una nueva Miranda; sería doloroso para él y horriblemente injusto para ella.

               Se tendió en la cama y se relajó. Antes de que le venciera el sueño, se apoyó en
           un codo y miró por la ventana, más allá de la sombra rectangular de la máquina de
           escribir y por encima del delgado manojo de hojas manuscritas que estaba junto a

           ella. Después de examinar varias habitaciones, había pedido a Eva Miller que le diera
           específicamente  ésta,  porque  estaba  orientada  directamente  hacia  la  casa  de  los
           Marsten.

               Allá arriba, las luces seguían encendidas.
               Esa noche, por primera vez desde que había vuelto a Salem's Lot, tuvo la antigua
           pesadilla, que no se había presentado con tanta nitidez desde los días espantosos que

           habían  seguido  a  la  muerte  de  Miranda  en  el  accidente.  La  carrera  a  lo  largo  del
           pasillo,  el  horrible  chillido  de  la  puerta  mientras  se  abría,  la  figura  pendiente  que
           abría súbitamente los ojos abominablemente hinchados, él mismo que se volvía hacia

           la puerta en el pánico lento y pegajoso de los sueños...




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