Page 28 - La máquina diferencial
P. 28
ligeramente redondeadas, mientras que la cuarta estaba cortada en bisel. Cerca de esta
esquina, alguien había escrito «nº 1» con una débil tinta malva.
—Celulosa alcanforada —declaró Mick—. La misma carne del diablo si toca el
fuego, aunque ninguna otra cosa serviría para las funciones más delicadas del
Napoleón.
¿Napoleón? Sybil se encontraba perdida.
—¿Es alguna clase de tarjeta quino, Mick?
Él la miró deleitado. Parecía que había dicho lo correcto.
—¿Has oído hablar alguna vez del ordinateur Gran Napoleón, la máquina más
poderosa de la Academia Francesa? A su lado, las de la policía londinense son meros
juguetes.
Sybil pretendió estudiar el contenido de la caja, sabiendo que agradaría a Mick.
Pero no era más que una caja de madera, de muy buena factura, forrada con el mismo
paño verde que se empleaba en las mesas de billar. Contenía una gran cantidad de
aquellas elegantes tarjetas lechosas, quizá varios centenares de ellas.
—Cuéntame de qué va esto, Mick.
Él rió, aparentemente de buen humor, y se inclinó de repente para besarla en la
boca.
—A su debido tiempo, a su debido tiempo. —Se enderezó, volvió a meter la carta
en la caja, cerró la tapa y echó los cierres de bronce—. Toda fraternidad tiene sus
misterios. El dandi Mick cree que nadie sabe lo que sucedería en caso de ejecutar esta
colección. Demostraría un asunto concreto, probaría una cierta serie anidada de
hipótesis matemáticas... Asuntos bastante arcanos, todos ellos. Y por cierto, eso haría
que el nombre de Michael Radley resplandeciera como los mismos cielos en la
confraternidad chasqueadora. —Le guiñó un ojo—. Los chasqueadores franceses
tienen sus propias hermandades, ¿sabes? Les Fils de Vaucanson, se hacen llamar. La
sociedad Jacquardiana. Vamos a enseñar una o dos cosas a esos devoradores de
cebollas.
Ahora a Sybil le pareció que estaba bebido, aunque sabía que solo había tomado
dos botellines de cerveza. No, estaba embriagado por las tarjetas de la caja, fueran lo
que fuesen.
—Esta caja y sus contenidos son extraordinariamente valiosos, Sybil. —Se volvió
a sentar y rebuscó dentro de la desastrada bolsa negra. Extrajo una hoja plegada de un
fuerte papel marrón, unas tijeras de escritorio y un rollo de guita verde y recia.
Mientras hablaba iba desdoblando el papel, y con él envolvía la caja—. Muy
valiosos. Viajar con el general expone a un hombre a ciertos peligros. Nos vamos a
París después de la conferencia, pero mañana por la mañana tú llevarás esto a la
oficina de correos de Great Portland Street. —Cuando terminó con el envoltorio,
empezó a rodear el paquete con el cordel—. Córtame esto. — Ella obedeció—. Ahora
www.lectulandia.com - Página 28