Page 222 - Resiliente
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Pare el Toyota y bajamos los tres corriendo, Mauro se quedó

                                    atrás esperando a la horda de infectados recién aparecidos,
                                    mientras Máximo y yo comenzamos a quitar los sacos de arena.



                                    Terminamos en unos pocos minutos, y cuando nos volvimos Mauro

                                    sin dificultad aparente había matado a cuatro o cinco de ellos
                                    y abanicaba el basto hibrido matando a un sexto de forma

                                    certera, corrimos al Toyota y arrancamos alejándonos bastante,
                                    finalmente no los vimos agruparse más, habían perdido el estí-

                                    mulo y seguramente habían encontrado otro.



                                    El edificio de T‑Farmacéuticos era un taco azul de tres pisos
                                    con un enorme estacionamiento cuadrilátero, y este rodeado por

                                    una cerca ciclón que había sido aplastada por un camión verde
                                    del ejército en un punto, atravesamos ese mismo hueco y pasamos

                                    junto al volcado camión, viendo un cuerpo cubierto de una nube
                                    negra de moscas aplastado por la parte lateral del mismo.



                                    Todos nos cubrimos la boca al ver el blanquecino tripero

                                    cubriendo el asfalto, paramos frente a las puertas principales
                                    y bajamos tras apagar el Toyota. De suerte, no habían infecta-

                                    dos... al menos no vivos.



                                    Nos detuvimos mirando a unos quince o veinte de ellos baleados,
                                    tirados por el estacionamiento alrededor de las puertas, Mauro

                                    se acercó con cautela y lo miro.



                                            —Dos tiros en el pecho y uno en la cabeza, —dijo Mauro mi-
                                    rándome. —el que lo hizo tiene buena punteria y entrenamiento.



                                    Máximo se acercó a la puerta de la farmacia y abanico sus bra-

                                    zos, solo para descubrir que estaba cerrada.



                                            —¡Mierda! —dijo Mauro —adentro...
                                            —Si. —dije yo asintiendo –Máximo aléjate de ahí...

                                            —Pero que coño de la madre le pasa a la gente, se los dije
                                    no joda. —grito Máximo corriendo hacia nosotros.




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