Page 227 - Resiliente
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Ana, Cesar y Carlos se replegaron en formacion un círculo mien-
tras Máximo y yo corríamos al auto, prestos para atravesar la
cerca ciclón del otro lado del estacionamiento y salir a punta
de 4x4 de aquella pesadilla.
Pero vi que Mauro no se movió, miraba la enorme horda como si
contara cuantos zombis eran, Carlos avanzo a zancadas y comenzó
a darles con el fusil, escuchamos el tableteo hasta que las
balas se le acabaron, se dispuso a meterle un segundo cargador
cuando Mauro se abalanzo y le quito el rifle.
—¡El ruido los atrae idiota! —grito Mauro.
—¡MAURO! —grite yo presionando el acelerador.
—¡Carlos estamos jodidos! —grito Ana.
—¡No! ¡NO! —grito Cesar.
—¡Vamos! —grito Mauro agarrando al enorme Carlos de la ca-
miseta —¡VAMOS!
—¿Qué hace? —grito Carlos
—¡VAMOS AL TOYOTA MALDITA SEA! —grito Mauro.
Ana, Cesar y lo que parecieron dos muchachitos salieron
corriendo de la tienda ya cuando los primeros Zs estaba a diez
metros, todos se apretujaron en el Toyota y escuche a Máximo
rezongar y maldecir, acelere la velocidad y arranque con todo
hacia la cerca ciclón que atravesamos sin ninguna dificultad,
caímos en un sector de construcción con altibajos de tierra
y césped pero el Toyota lo supero con extrema facilidad.
Atravesamos un segundo cerco con fuerza y caímos en la residen-
cia las Tapias, una enorme franja de viviendas, aceleramos
calle abajo y cruzamos hacia la izquierda.
—Los perdimos, —dijo Mauro jadeando. —baja la velocidad.
Asentí con la cabeza y baje a tercera, todos jadeaban con
fuerza y escuchaban aquel perenne aullido de cientos de Zs
rodeando el edificio de la farmacia.
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