Page 230 - Resiliente
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dos gruesas piernas, no creo que fuese levantador de pesas sino

                                    más bien alguien naturalmente robusto, seguramente sería algún
                                    ingeniero de campo o algún herrero o carpintero acostumbrado

                                    a usar la musculatura en los trabajos.



                                    Tendría unos veintiocho máximo, no sería mayor que eso ahora
                                    que lo detallo bien, tenía el pelo rulo, caoba, ojos negros y

                                    piel bronceada, el muchacho me miro a su vez por el retrovisor.


                                            —¿No hay ningún problema? —dijo.



                                    Ana se giró para escucharlo, Carlos estaba dormido, Máximo
                                    también y Mauro, en el otro extremo del Toyota junto a Ana

                                    y la miro con suavidad.



                                            —Ningún problema. —dijo con suavidad y mirando al muchacho
                                    que le observaba incluso hasta con incertidumbre, Mauro le puso

                                    los ojos encima y el chiquillo aparto la mirada.
                                            —Mejor no pregunte, —dijo Ana interceptándole la pregunta

                                    a Mauro —luego le contare la historia...



                                    Vi a Mauro asentir, aun miraba por la ventanilla, estaba dis-
                                    tante, me pregunto si estaría pensando en Laura, finalmente

                                    llegamos hasta el final de la zona, salimos hacia una avenida
                                    transversal junto a dos enormes edificios y agradeciendo que lo

                                    único que habíamos visto en esas calles eran cúmulos de zombis
                                    rezagados, alejados y nada juntos ni pendientes, cuando pasaba

                                    el Toyota cerca estiraban sus gélidos y tiesos brazos, y si no
                                    bien salía algún Histérico de alguna madriguera y corría por

                                    unos instantes detrás de nosotros, como si de un perro se tra-
                                    tara, hasta que pierden el interés.



                                    Salimos ahora a la avenida Andrés Bello, junto a la ruta que

                                    nos pondría de nuevo en la Av. Las Américas, pero repentina-
                                    mente los vi... miles de ellos subiendo y bajando en procesión

                                    por esa misma ruta, era como ver a un hormiguero tras ser albo-
                                    rotado, los Zs comenzaron a avanzar indeteniblemente hacia




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