Page 223 - Resiliente
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Máximo corrió, justo después escuchamos disparos, los tres sal-

                   tamos hasta detrás del Toyota nos refugiamos con él, los dispa-
                   ros continuaron en un tableteo bien conocido, alguien allí den-

                   tro tenía un fusil de asalto de uso militar.



                          —¡Lárguense! —grito una voz masculina. —¡Lárguense! ¡Este
                   es nuestro lugar! ¡Nuestro!

                          —Mierda... Mierda... Mierda... —dijo Máximo agachando la
                   cabeza —No te digo yo...

                          —¿Qué hacemos? —dijo Mauro.
                          —No sé, evocar una tregua —dije yo mirándole.



                   El me miro asustado pero luego también asintió con la cabeza.



                          —¿Me están jodiendo? —dijo Máximo —¡Vamos a acabar con

                   ellos nos han disparado!
                          —¿Te han herido? —dijo Mauro.

                          —Pues no pero...
                          —Entonces nada, solo te han asustado.

                          —En verdad me preocupa su forma de actuar ante gente hos-
                   til, se estan tomando las cosas muy tranquilamente. —dijo Máximo

                   en tono de molestia, su expresión era notablemnte incomoda.



                   Mauro se quitó la chaqueta negra que tenía encima y se quitó
                   la franela blanca, la amarro en el morro del bastón y lentamente

                   la subió cual banderilla de la paz.



                          —Solo queremos algunas medicinas. —dijo el —No venimos
                   a lastimar a nadie, ni a quitarle nada a nadie.

                          —¡LARGUENSE! —Otra retahíla de tiros.
                          —¡Carlos no dispares más por Dios los atraerás! —Escucha-

                   mos a una voz femenina —¡Podrían ayudarnos!
                          —No, ¡No Ana! ¡Nadie puede! —dijo el hombre.

                          —¡Carlos ya déjate de vainas, nos pueden ayer! —dijo otra
                   voz —¡Pueden ser militares!



                   Hubo silencio, abosoluto por un momento.




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