Page 63 - Aldous Huxley
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-Bueno -dijo Lenina, con intencionada picardía cuando se encontraron de nuevo en la
azotea, el día siguiente por la tarde-. ¿Te divertiste ayer?
Bernard asintió con la cabeza. Subieron al avión. Una breve sacudida, y partieron.
-Todos dicen que soy muy neumática -dijo Lenina, meditativamente, dándose unas
palmaditas en los muslos.
-Muchísimo.
Pero en los ojos de Bernard había una expresión dolida. Como carne, pensaba.
Lenina lo miró con cierta ansiedad.
-Pero no me encuentras demasiado llenita, ¿verdad?
Bernard denegó con la cabeza. Exactamente igual que carne.
-¿Me encuentras al punto?
Otra afirmación muda de Bernard.
-¿En todos los aspectos?
-Perfecta -dijo Bernard, en voz alta.
Y para sus adentros: Ésta es la opinión que tiene de sí misma. No le importaba ser como
la carne.
Lenina sonrió triunfalmente. Pero su satisfacción había sido prematura.
-Sin embargo -prosiguió Bernard tras una breve pausa-, hubiese preferido que todo
terminara de otra manera.
-¿De otra manera? ¿Podía terminarse de otra? -Yo no quería que acabáramos
acostándonos -especificó Bernard.
Lenina se mostró asombrada.
-Quiero decir, no en seguida, no el primer día.
-Pero, entonces, ¿qué ... ?
Bernard empezó a soltar una serie de tonterías incomprensibles y peligrosas. Lenina
hizo todo lo posible por cerrar los oídos de su mente; pero de vez en cuando una que
otra frase se empeñaba en hacerse oír: ... probar el efecto que produce detener los
propios impulsos, le oyó decir. Fue como si aquellas palabras tocaran un resorte de su
mente.
-No dejes para mañana la diversión que puedes tener hoy -dijo Lenina gravemente.