Page 64 - Aldous Huxley
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-Doscientas repeticiones, dos veces por semana, desde los catorce años hasta los
dieciséis y medio -se limitó a comentar Bernard. Su alocada charla prosiguió-. Quiero
saber lo que es la pasión -oyó Lenina, de sus labios-. Quiero sentir algo con fuerza.
-Cuando el individuo siente, la comunidad se resiente -citó Lenina.
-Bueno, ¿y por qué no he de poder resentirme un poco?
-¡Bernard!
Pero Bernard no parecía avergonzado.
-Adultos intelectualmente y durante las horas de trabajo -prosiguió-, y niños en lo que
se refiere a los sentimientos y los deseos.
-Nuestro Ford amaba a los niños.
Sin hacer caso de la interrupción, Bernard prosiguió:
-El otro día, de pronto, se me ocurrió que había de ser posible ser un adulto en todo
momento.
-Lo comprendo.
El tono de Lenina era firme.
-Ya lo sé. Y por esto nos acostamos juntos ayer, como niños, en lugar de obrar como
adultos, y esperar.
-Pero fue divertido -insistió Lenina-. ¿No es verdad?
-¡Oh, si, divertidísimo! -contestó Bemard.
Pero había en su voz un tono tan doloroso, tan amargo, que Lenina sintió de pronto que
se esfumaba toda la sensación de triunfo. Tal vez, a fin de cuentas, Bernard la
encontraba demasiado gorda.
-Ya te lo dije -comentó Fanny, por toda respuesta, cuando Lenina se lo confió-. Eso es
el alcohol que le pusieron en el sucedáneo.
-Sin embargo -insistió Lenina-, me gusta. Tiene unas manos preciosas. Y mueve los
hombros de una manera muy atractiva. -Suspiró-. Pero preferiría que no fuese tan raro.
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Deteniéndose un momento ante la puerta del despacho del director, Bernard tomó
aliento y se cuadró, preparándose para enfrentarse con el disgusto y la desaprobación
que estaba seguro de encontrar en el interior. Luego llamó y entró.