Page 289 - Biografia
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Jorge Humberto Barahona González
bajábamos, a mis padres se les saltaba la chispa y se les ocurría la gran idea de subir al
pueblo por el camino de la herradura, que era bastante complicada, pero mis súper pa-
dres preferían esta travesía, disque para evitar el calor mientras se esperaba la buseta.
Entonces imagínense, mis estimados lectores, nos metían por el desecho, con las
maletas al hombro y los callos de mi padre, era toda una odisea, pero rico, gozábamos
mucho, no nos daba ni cansancio. Mi madre estaba como siempre, sonriente, llena
de amor y paciencia, limpiándose y limpiándonos la cara con el pañuelo que siempre
llevaba aprisionado en su reloj de pulso (Invicta de cuerda). En su neceser o maletín
pequeño de mano (si, como no), que nunca olvidare, ya que era de cuero de vaca y ahí
llevaba todo lo necesario para la odisea, botiquín, agua, pomada para los callos de mi
padre, la cámara fotográfica, la plata, el maquillaje de ella, sándwiches, mejor dicho,
parecía una miscelánea ambulante.
Después de esta aventura, al llegar al
centro de Tocaima (por algo le dicen la ciu-
dad salud de Colombia), se nos olvidaba
todo, el genio nos cambiaba, los cuatro éra-
mos inmensamente felices. Aunque mis pa-
dres me llevaron de paseo, gracias a Dios,
por toda Colombia, de las vacaciones más
agradables y plenas que viví, siempre fue-
ron en Tocaima. Año tras año, los viajes a
Girardot y Tocaima, a medida que iba cre-
ciendo, los disfrute inmensamente y se vol-
vían cada vez más sabrosos y felices. Des-
pués de esta pincelada de vivencia, que tal
si disfrutamos de unas brevas con arequi-
pe…? O unos muffins con avena helada…?,
Ahh…! Que ricooo…! No les parece…?
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