Page 340 - Biografia
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Yo Beto: Una Historia Chévere para contar


                                       ACCIDENTE DEL


                                             TÍO MANUEL





              El tío Manuel Camargo, fue el segundo esposo de la tía Maruja, hermana de mi ma-
            dre. Recuerdo que era muy cariñoso conmigo, no solamente me lo contaban, sino que
            las fotos que tengo con él, que están en los álbumes familiares, cuando quieran, al
            calor de un granizado néctar las vemos, así lo corroboran. Viajaba mucho a los llanos
            orientales en su camión gigantesco, donde comercializaba “esparto” materia prima para
            la elaboración de escobas y cepillos. Estos viajes podían durar desde 15 días hasta un
            mes, cuando el tío Manuel llegaba donde la tía Maruja, ella esa noche hacia una comi-
            da especial e invitaba a toda la familia, yo la pasaba muy divertido con él.



                                                               En uno de esos viajes, sufrió un accidente
                                                            terrible, su cuerpo se quemó en un ochenta
                                                            por ciento, fue internado para su convalecen-
                                                            cia en el hospital de Zipaquirá, naturalmente
                                                            toda la familia fue para visitarlo y yo estaba
                                                            incluido.  En las fotografías estamos Óscar
                                                            Isidro, la niña creo que es Maritza, la hija del
                                                            tío Humberto y yo, su escritor favorito, los
                                                            tres estábamos jugando en la fuente ubicada
                                                            en los jardines interiores del hospital un do-
                                                            mingo por la tarde.






               No sé cómo hicieron para llevarme con el
             tío Manuel, pero lo que siempre quedo gra-
             bado en mi mente, desde mis pocos años
             de edad, debía tener como 4 o 5 años, re-
             cuerdo una cama de hospital, muy alta, con
             un señor envuelto en vendas blancas en
             todo su cuerpo, parecía una momia egipcia,
             me alzaron, no le vi sino los ojos y su boca,
             con voz baja  me dijo: “Mijo, Betico, no se
             asuste, soy yo, su tío Manuel, después te
             llevo un regalo”. No sé cuánto tiempo paso,
             pero el tío Manuel cumplió su promesa, la
             siguiente vez que lo vi, me trajo mi regalo y
             me dejo subir a su camión gigante que me
             encantaba.



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