Page 345 - Biografia
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Jorge Humberto Barahona González
NO MAS ORINADAS
EN LA CAMA POR LA
NOCHE…!
Para que no me orinara en mi cama en la noche, a mi madre le aconsejaron cual-
quier cantidad de barbaridades, de las que más me acuerdo fueron: Por las mañanas,
si amanecía orinado y antes de las fueteras que me daban, debía golpearme todo el
cuerpo, como si estuviera realizando un exorcismo, con mata de ortiga blanca, les
cuento que eso pica como un diablo y no sirve para nada. Si a la siguiente noche me
volvía a orinar, me debía sentar en la cama tan pronto despertara y que aumentara la
dosis de fuete, ahora era con cable de plancha y encima de un ladrillo caliente, tenía
que acurrucarme para que ese “vaho”, que soltaba el ladrillo, entrara directo a la vejiga
del paciente, o sea yo, tampoco sirvió, les cuento que varias veces estuve a punto de
recibir quemaduras de tercer grado en el rabo. Afortunadamente, mi madre le comento
el problema a la tía Alicia y nuevamente se unieron las dos súper poderosas, y la tía
Alicia, después de una vaciada gigantesca, bien merecida a mi madre, le dijo: “Blanca,
arrégleme el chino y nos vamos a arreglar el problema”.
Nos fuimos a donde mi médico pediatra, si, el mismo del tetero, el doctor Mendoza
y otra vez me arreglo la vida. Con el estilo de él que nunca fallaba. Primero hablaba
conmigo a solas, que berraquera, después hablaba con mis padres, más que hablar,
los vaciaba, con justa razón, lo cuento porque desde pequeño, soy periodista y tengo el
don de escuchar y antes de tomar cualquier determinación. Para acabar con el proble-
ma, hablamos los cuatro, gracias a Dios siempre acertó, les dijo: “Señora Blanquita,
don Jorge, al niño, como le queda muy lejos el baño para ir a hacer chichi por
las noches (imagínese que debía atravesar dos patios ya que el baño quedaba en el
último rincón de la casa), entonces al niño, le vamos a dar líquidos de cualquier
clase, mínimo tres horas antes de acostarse y verán que la vejiga así mismo le
funciona”, y bendito Dios, santo remedio, que felicidad.
Esto lo cuento, estimados lectores y lectoras, para que a ustedes no les pase lo
mismo con sus hijos pequeños, claro que son otras épocas, donde los niños, como los
míos, fueron criados con más lógica y menos salvajismo.
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