Page 380 - Biografia
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Yo Beto: Una Historia Chévere para contar



               2ª cuando no les daba la gana subir la loma, de ahí para arriba, tocaba a pata y en
            silencio, porque Jesucristo estaba muerto y el diablo estaba suelto… había que rezar
            mucho y no decir groserías, eso decían mis padres.


                                                     SÁBADO SANTO


               Seguíamos tristes por orden de la iglesia y de mi papi, nos volvían a poner bonitos y
            este día era dedicado a visitar “el santo sepulcro”, que generalmente lo ubicaban dentro
            de las instalaciones del instituto de la Salle (calle 11 con carrera 2ª). Mi mami hacia sus
            33 credos con el ramo bendito del domingo de ramos, mi papi ayudaba a rezar y nos
            vaciaba por no ayudar a rezar a mi mami. Me gustaba ir porque veía los guardias roma-
            nos, que eran los guardias de honor del féretro de Jesucristo, este era bien adornado y
            yo lo veía altisimoooo…! Cuando me alzaban, podía ver la cara de Jesucristo.


               Esta visita (si nos iba bien), duraba dos horas aproximadamente, luego en la tarde,
            llevábamos los animales domésticos al atrio de la iglesia de Egipto, para que los ben-
            dijera el cura párroco, al mismo tiempo, participábamos con nuestra matraca hecha de
            madera, en la procesión de la virgen de la soledad, no me pregunten quien era, que te-
            nía que ver con la bendición del agua, fuego y los animales domésticos, porque nunca
            supe, pero ahí estábamos de chismosos y con mucho respeto.


               Después de la procesión, nos cambiaban de ropa y nos alistaban para ir a la casa de
            Ernesto Sánchez, Elvirita de Sánchez y William, el hijo. Después, a los 15 años, llega-
            ría a este hogar, Blanca Nidia. Esta familia eran buenos amigos de la familia González
            y además, eran familia del tío pote, que era muy querido por nosotros. Recuerdo que
            nos llevaban a la casa de ellos, en el barrio Alcalá, al pie del barrio Muzú en el sur y
            después, con los años (ya estaba más grande), íbamos a la lujosa casa del barrio santa
            Isabel (carrera 30 # 7 – 27). Según la tradición, este día era la reunión desde temprano,
            para esperar a cantar “gloria” a las doce de la noche, en la misa de gallo que daba paso
            al domingo de resurrección. Ese sábado se jugaban cartas, se conversaba y se reía
            pasito, se bailaba en medias, música a bajo volumen para que los vecinos y nosotros
            mismos, no nos diéramos cuenta del “irrespeto”, al velorio de Jesucristo… que bonita
            familia no…? Que bonita familia…!


               Pero después de las doce de la noche, llegaba la alegría, el trago y la parranda a
            esta casa, se bailaba (lo hacíamos bien… muy bien…!), hasta las cuatro o cinco de la
            mañana del domingo. Elvirita y Ernesto, como siempre muy atentos, preparaban cena,
            alverjas con atún, torta de pan o de plátano (riquisimassss) y sorbetes que eran delicio-
            sos, la pasábamos del carajo.











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