Page 385 - Biografia
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Jorge Humberto Barahona González



              Que agua tan rica… y helada…sargento, cómprele al señor de inmediato”. Porque…?,
             ustedes se preguntarán, cuento este episodio con pelos y señales…? Sigamos leyen-
             do, tomémonos algo y al final de este capítulo, encontrara la explicación del porque lo
             narre así.


               Mientras yo estaba en estas labores, a Clema le habían ofrecido un restaurante fren-
             te al puerto de Berrío llamado “sazón marina”, nos entusiasmamos con la idea y en la
             noche, estábamos firmando contrato. Para que Clema se desprendiera del puesto de
             “jefe de cocina” del restaurante de Yolanda y Gustavo, nos tocó duro, y escribo nos
             tocó, porque otra vez (así como cuando llegue a Berrío), fui el malo del paseo, ya que
             Yolanda y Gustavo sabían que, si Clema se iba conmigo a su negocio propio, el restau-
             rante de ellos se iba a caer en ventas, porque…?, sencillamente porque uno no sabe
             lo que tiene, hasta que lo pierde, y el 90% del éxito de un restaurante, está en… la…
             cocinera…!. Dicho y hecho, Clema, con la ética profesional y el cariño que le profesa
             a sus sobrinas y a su profesión (que ha sido nuestro problema), durante una semana
             le tocaba madrugar más de la cuenta, a las 4 de la mañana, a alistar todo en “sazón
             marina” y salir corriendo al restaurante de Yolanda y Gustavo, a enseñarles a cortar las
             porciones de carne, los menús diarios, e indicarles el manejo del personal que tenía a
             su cargo la nueva “jefe de cocina”.


             Esto lógicamente no les gusto para nada a Gustavo y Yolanda, probaron muchas coci-
             neras y al final (según me contaron) les toco cerrar el restaurante. Así empezamos en
             Berrío con Clema, una nueva etapa de nuestra vida como primos hermanos, amigos,
             confidentes (que seguimos siendo mientras los hijos de ella lo permitieron). Desgra-
             ciadamente, Clema se me adelanto en el camino, pero yo sé que donde este, me está
             ayudando (Q.E.P.D). Ella era la encargada de la producción del restaurante del cual
             era dueña, cocina, menaje, meseras y yo, encargado de la administración, ventas y
             mercadeo, de “sazón marina”.


               Para muchos, yo estaba loco, pero había que actuar así para hacer conocer el res-
             taurante que, aunque estaba bien ubicado, le faltaba publicidad y eventos para cambiar
             la imagen, las cartas del menú, el aviso del sitio, darle una imagen de comida nacional
             (sobre todo la “rola”), enfatizando en platos de mar, pero no utilizando el pescado del
             río, sino abasteciéndonos directamente, nosotros mismos viajando a Medellín. Los vier-
             nes, sábados y domingos, después de las 4 de la tarde, convertíamos el restaurante
             en viejoteca, música “chucu-chucu”, ya que la gente, sobre todo las parejas veteranas,
             estaban cansadas de que, en todos los sitios de Berrío, no sonaba sino “champeta” y
             vallenato. Alquilaba sonido, luces y perifoneo, estábamos arrancando muy bien, pero
             no contábamos con el presupuesto adecuado, entonces yo me emocione y hablando
             con mi socia, decidimos meternos con prestamistas de oficina o “gota a gota”, y ahí fue
             Troya, ya que esta organización es brava y como desgraciadamente Yolanda y Gustavo
             no quisieron ayudar, ya saben porque, nos fue envolviendo con más prestamos a inte-
             reses muy altos y compromisos peligrosos sin nosotros darnos cuenta.




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