Page 391 - Biografia
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Jorge Humberto Barahona González
Cuando llegue a clase, Jaime Daza (ver “los ángeles de Beto”), que me conoce bien,
noto mi cambio de actitud, mi falta de interés por la vida, tenía que contarle a alguien de
confianza mi grave problema y ese era Jaime. Y así lo hice, afortunadamente reacciono
de manera positiva, sin volver a tocar el tema ya que debíamos participar activamente
en clase, pero al terminar el estudio, Jaime ya tenía todo fríamente calculado, había
hablado con todos los compañeros para una “colecta” y con Henry Perdomo, vecino de
él en el barrio la Palestina y coordinador del diplomado, y que creen…? Pues si... me
dio posada, la única recomendación que me dio fue: “Jorgito, debe levantarse primero
y acostarse de último, porque va a dormir en una colchoneta a los pies de mi cama”, el
baño lo use poco (eso si por decisión mía, debido a mi enfermedad del colon). Creo que
es momento de aprovechar para disfrutar de una aguadepanela bien caliente con almo-
jábana, envueltos o los popularmente conocidos como “bollos”. Ahh…! que ricooo…! Y
continuemos, que esto se puso bueno.
Empecé mi nueva rutina, levantada a las 6 de la mañana, afeitada, desayuno con
Henry (tinto con pan o arepa) ya que la situación económica estaba critica, salida del
apartamento de Henry (haciendo el menor ruido posible), Henry, rumbo a su trabajo en
la universidad y yo, a los baños de metrópolis y a cambiarme de ropa a la casa de Efraín
recuerdan…? Allí la tenía guardada. En esta nueva vida “forzada”, dure 29 días, pero
debo aclarar que, en comparación a la que pasaba antes (dormir en estación de policía
en un sofá de la guardia o en residencia el barrio las Ferias, por $15.000 la noche, en
el cuarto de servicio o en un hogar de paso del barrio la Granja, por $10.000 la noche,
medio descansado y durmiendo con un ojo abierto), esta era una bendición de Dios,
esta vida era un paraíso.
Al terminar el diplomado, se me formo otro problema, que ya éramos dos sin trabajo.
Pero definitivamente, como decían mis padres: “Dios cuida sus borrachitos” o “El que
anda con Dios, jamás le faltara nada” y así nos pasó, nos salió un contrato para la re-
modelación de una de las casas de la familia contreras, en el barrio Tenerife de Usme.
Henry tomo el contrato y me llevo como su ayudante, bendito sea Dios, este camellito,
nos salió de perlas. Ahí, la rutina de mi vida cambio, salida del apartamento a las 6:30
de la mañana (aquí me toco cambiar el horario para el cambio de mi ropa, ahora tocaba
en las noches), rumbo a Transmilenio (del paradero de la calle 77 al portal de Usme), y
a las 5:30 de la tarde, viaje en viceversa.
Una mañana, estando en este trabajo, recibí una llamada a mi celular que, a propósi-
to, un millón de gracias a mi compadre memo que, viéndome desconectado del mundo,
para poder trabajar, me regalo este celular que tanto me ha servido, porque ustedes
saben que persona sin donde lo puedan contactar, no es persona, ni comercial ni la-
boralmente hablando. Como les decía, recibí una llamada de Gustavo Cristancho (si,
el marido de Yolanda mi prima)se me hizo extraño, me dijo que estaba en Bogotá, me
contaba que después de mi problema en Berrío, no sabía que había pasado, pero a él
también lo espantaron, pero en fin, ese es otro cuento, ahora estaba como gerente de
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