Page 142 - LIBRO ERNESTO
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Ernesto Guerra Galarza



            de salvación. La Caballería entró al vestuario y logró rescatar a Omar
            Delgado, que salió en veloz huída en un patrullero de la policía.


            El resultado de aquel partido me dejó una sensación amarga. No era lo
            mismo empatar que ganar y más si el rival era Peñarol. No era lo mismo
            empatar que ganar de local. Sentí profunda frustración, porque habíamos
            realizado una buena campaña y sabía que en Montevideo la mano vendría
            cambiada, en favor de los equipos uruguayos, que en aquel tiempo eran
            imbatibles  en su fortín del Centenario.  Algún  soplo de  aliento nos
            brindó el empate 0 a 0 ante Barcelona, en Guayaquil, en el partido de
            vuelta. Había que alistar las maletas para ir hasta Montevideo.

            Sentía la inquietud que experimentaban los jugadores uruguayos.
            Habían dejado su tierra natal sin ningún rasgo de fama y peor de
            fortuna. Regresaban con algún cartel y también con algunos dólares,
            que los ganaron en buena lid. Llegamos al aeropuerto internacional
            de Carrasco y estaba esperando un camión destartalado lleno de gente
            que había bajado de la barriada de Cerro para darle la bienvenida a
            Lucho Aguerre.


            Estaban sus padres, sus hermanos, sus familiares y varios vecinos. Eran
            más de 40. Iban en el cajón. Los ancianos sentados en taburetes. Fue
            una muestra de amor que nos conmovió a todos. Era la grandeza de
            la gente humilde, recibiendo con amor a uno de los suyos que estaba
            lejos en la búsqueda del sueño de la consagración en el complicado
            mundo del fútbol. Fue una recepción maravillosa. Iban para felicitarles
            por su perfomance en Ecuador y para abrazarlos después de un año de
            extrañarles con todo el corazón.


            Nos hospedamos en el hotel Victoria Plaza y al siguiente día fuimos
            al  reconocimiento  de la histórica cancha del  Centenario,  una
            auténtica joya del fútbol mundial. La prensa uruguaya hablaba de los
            ‘Cuatro Mosqueteros’ que habían plantado en Ecuador la bandera
            del fútbol oriental, dando una muestra de la escuela que recibieron
            en Peñarol, Cerro y Rampla Juniors. Habían pasado del anonimato
            a la notoriedad. Ellos estaban orgullosos, pero seguían mostrando
            profundos perfiles de humildad.

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