Page 138 - LIBRO ERNESTO
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Ernesto Guerra Galarza



            Ya éramos campeones, redondeando una campaña sobresaliente. Fue
            un gran éxito. Ganamos las tres ruedas de punta a punta. El 98 por
            ciento de los partidos jugamos con los mismos elementos, con dos
            o tres cambios como máximo. Alternaron el arquero Mario Veloz,
            el zaguero Marcelo Trujillo y el delantero Salazar. Los once titulares
            cuidaban sus puestos a muerte.


            Esa formación no me olvidaré jamás: Luis Alberto Aguerre en el arco;
            Lincoln Utreras, Héctor de los Santos, Arturo Alvarado y Ramón
            Valencia en la defensa; Segundo Alava y Gonzalo Calderón en la mitad
            de la cancha; ‘Petiso’ Sánchez, Víctor Manuel Batainni, Oscar Milber
            Barreto y Francisco Contreras en la vanguardia. Un equipazo.

            Fue la primera máquina que monté en mi largo paso por la dirección
            técnica. La llegada a Quito tras la obtención de la corona fue
            emocionante. La alegría de los jugadores uruguayos era conmovedora.
            Era su primera salida y ya tenían el título nacional en la mano. Se
            merecían ese triunfo grande, por su compromiso y por su sencillez.




            EL ESCándALO MAyúSCULO
            En LA COpA LibERTAdORES dE 1969


            Conseguir el campeonato era el gran galardón que le faltaba al
            estandarte del Deportivo Quito. Es cierto, era el segundo título
            nacional, pero el anterior no tenía el mismo valor, porque no habían
            intervenido los equipos de Guayas. Yo había integrado como jugador
            aquel equipo campeón del 64. Ahora saboreaba el primer título como
            técnico en Primera División. Fue un debut con todas las luces. Aparecía
            en la segunda Copa Libertadores de América de mi vida. La primera
            había sido en 1965, todavía dentro del rectángulo. Aquella Copa me
            dejó tristes recuerdos.


            El bolillero caprichoso quiso que el máximo evento continental nos
            enfrentara a Nacional y a Peñarol, los dos grandes del fútbol charrúa,
            que tenían sus nóminas repletas de cracks. Fue una enorme y hermosa
            coincidencia para los ‘botijas’, que se habían coronado con Deportivo

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