Page 134 - LIBRO ERNESTO
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Ernesto Guerra Galarza



            Semejante trío nos tendió una mano extraordinaria. Estábamos tan
            contentos que los invitamos a comer para retribuir tanta gentileza, pero
            el momento de pagar la cuenta, no nos cobraron, porque a Spencer no
            le cobraban en ninguna parte. La idolatría y la admiración que sentían
            por Alberto era descomunal. Los tres nos recomendaron llevar gente
            joven, que tenga hambre de fama y de dinero. Entonces nos dirigimos
            al despacho de Washington Cataldi, insigne presidente de Peñarol. La
            verdad: el conductor aurinegro era un señor.

            Los uruguayos son más sencillitos, menos prepotentes en los pedidos y
            eso facilitó la misión. Le pedimos primero un goleador y nos recomendó
            a ‘ojo cerrado’ a Víctor Manuel Batainni, que tenía 18 años y afrontaba
            problemas con su padre. Para contratarlo nos basamos solamente en
            las referencias y di el visto bueno. El ‘Loco’ terminó siendo el goleador
            del campeonato nacional con 19 dianas.


            Luego fui a la carga por un número ‘10’ y saltó el nombre de Oscar
            Milber Barreto, un jugador difícil que había jugado antes en Bolivia y
            Venezuela sin suceso. Era huérfano, se había criado solo, deambulando
            por las playas de Montevideo. Era natural de Durazno, ciudad del
            interior uruguayo.

            Tenía fama de discolo y difícil, pero todos hablaban de su gran calidad,
            entre ellos el ‘Gordo’ Luis Cubilla, que acaba de morir hace poco
            tiempo y Julio César Abadie, que coincidían en señalar que podía
            rendir a las mil maravillas, si se lo sabía manejar. Tenía gran presencia
            física, era espigado, se asemejaría ahora al francés Zinedine Zidane,
            obviamente guardando las distancias. Al reunir todos los antecedentes
            de Barreto, el turno era de Ney para solventar el aspecto económico.

            Pedía $ 1.500 dólares de sueldo y 2 mil por concepto de prima.
            Eran cantidades negociables, pero Mancheno salió sorprendido tras
            dialogar con Barreto, que había preguntado entre otras cosas: “si había
            agua caliente en Ecuador”.

            Seguramente desconocía que Quito era una ciudad grande y no un
            pueblo en proceso de formación. Inquietos retomamos el diálogo con

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