Page 131 - LIBRO ERNESTO
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Capítulo 6



               escuchada tribuna radial, que se mantenía expresando que el árbitro le
               había robado el partido al once universitario.


               Auspiciados y envalentonados por ese comentario, un grupo de hinchas
               de la Católica entró a la cancha para agredirnos. Repelimos el ataque
               sin consecuencias, porque afortunadamente era un grupo minúsculo.
               Tras el incidente, en el que también repartí una que otra caricia, nos
               fuimos a festejar en la Plaza del Teatro. Tanto sufrimiento para obtener
               un ascenso al que le pusieron increíbles trabas. Tuvimos que ganarlo
               dos veces para subir a Primera. Para Ripley, pero ese era nuestro fútbol.
               Una comparsa orquestada en favor de los más vivos.

               EL fAbULOSO EQUipO AzULGRAnA, CAMpEón dE 1968


               El retorno a la Primera División produjo el regreso masivo de varios
               dirigentes que le habían esquivado el cuerpo a la responsabilidad del
               descenso. Volvieron y tomaron la batuta. El primer paso era nombrar
               al cuerpo técnico y según me contaron allegados al club que estuvieron
               en esa reunión secreta, intentaron dejarme al margen. Alguien llegó a
               mi negocio y me advirtió de la maniobra. Sin pensar dos veces, bajé
               a la Plaza del Teatro y me presenté. Los hinchas saltaron como leche
               hervida, respaldándome a muerte. Los dirigentes se sintieron cercados,
               pero no tuvieron agallas para seguir con el plan para derrocarme
               y terminaron ratificándome, en un acto de total justicia. Estaba
               totalmente ilusionado en seguir mi carrera de director técnico. Vivía
               pensando en el fútbol. Era mi alimento las 24 horas del día.

               Al aceptar el cargo para dirigir al equipo de 1968 puse como condición,
               la independencia para tomar decisiones en el armado del equipo y pedí
               el acompañamiento de un delegado para que guíe y responda del aspecto
               financiero. Inmediatamente apunté para Argentina y Uruguay para ir
               en la búsqueda de los refuerzos. Siempre me gustó y me llenó la vista el
               fútbol rioplatense. No era amante del fútbol de Brasil ni el de ninguna
               otra  parte.  Lejos  estaba  de  pensar,  que  ese  1968  me  entregaría  un
               arranque exitoso fuera de serie. Rápidamente comencé la estructuración
               del equipo, analizando a fondo la base de jugadores nacionales y encontré
               piezas que serían vitales en el funcionamiento colectivo.

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