Page 143 - LIBRO ERNESTO
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Capítulo 6



               El partido ante Peñarol en el Centenario nos puso un freno casi
               definitivo. Nos ganaron 5 a 2, con goles de ‘Tito’ Goncálvez, Roberto
               Matosas de penal, Ermindo Onega, Pablo Forlán y Julio César Cortés.
               Pareció que en su cancha abrieron las fuentes de la inspiración,
               zagueros, volantes y delanteros para provocarnos una lluvia de goles,
               que fue menguada con un tanto del ‘Loco’ Víctor Manuel Batainni y
               un autogol del chileno Elías Figueroa sobre el pitazo final.

               Los sueños de clasificación se esfumaban.  Solamente nos  quedaba
               la última cuota de esperanza en el partido frente a Nacional, porque
               Barcelona estaba perdido y no fue un aliado de confianza. Nacional
               nos goleó 4 a 0, con dianas de Julio Montero Castillo, Rubén García,
               Julio César Morales e Ildo Maneiro. Adiós luces dije para mis adentros.


               Estábamos eliminados, pero había temas para rescatar: la entrega
               del plantel y el nivel de calidad expuesto por jugadores como Oscar
               Milber Barreto, que no se achicaron en la contienda internacional.
               Terminamos terceros después de Peñarol y Nacional. Entendí y
               entendió la hinchada que habíamos cumplido con honor.


               CERRiTO y LA GORRA MUGRiEnTA dE LUChO AGUERRE

               Antes de regresar a Ecuador subí a Cerrito a saludar a los padres de
               Luis Alberto Aguerre. La modestia en la que vivían en esa barriada
               me impactó. Dios les regaló una vista espectacular. Desde esa altura se
               puede disfrutar de una fabulosa panorámica de Montevideo. Ese es un
               obsequio del cielo, seguramente para suplir tanta carencia.


               La gran mayoría vestía humildemente: camiseta, short y chancletas. Segu-
               ramente se sentían cómodos y aparte no tenían para más. Entrada la tarde,
               armaban la parrilla, la encendían con papel periódico y una vez que toma-
               ba cuerpo la brasa, colocaban costillitas que las iban cociendo lentamente,
               mientras degustaban varias copas con vino de la casa, una costumbre tí-
               pica del sector. Un ceremonial que se cumplía diariamente en plena calle.

               Los padres de Luis Alberto Aguerre estaban agradecidos con nuestro
               país. La contratación a Deportivo Quito les había permitido mejorar

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