Page 225 - LIBRO ERNESTO
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Capítulo 10



               en sexto lugar, un casillero que no respondía a las aspiraciones de la
               hinchada y peor aún a las mías, que siempre estuve acostumbrado a
               realizar grandes campañas.

               En Liga me encontré con una desagradable situación que no había
               experimentado en ningún otro club. Cuando llegué, el plantel trabajaba
               con algunas anormalidades. Volví a encontrar en mi camino a Carlos
               Ernesto Berrueta, que había sido un pilar y era adorado por la hinchada
               alba, tras la conquista del título nacional en 1990.


               ‘El Gringo’ no entrenaba a la par de los demás jugadores durante la
               semana, pero los domingos era titular, situación que provocaba un
               enorme malestar en algunos elementos del plantel, que se sentían
               injustamente relegados. Al consultar al cuerpo médico sobre su
               situación, me contestaron que estaba infectado con una enfermedad
               contagiosa, que ponía en peligro la salud del grupo. Por eso lo
               mantenían alejado del plantel e inclusive su indumentaria la lavaban
               aparte para evitar el riesgo de contaminar a sus compañeros.


               Hablé con la directiva  y por prevención y  por higiene solicité su
               separación, basado en los certificados médicos. Fue una decisión
               dolorosa, pero certera y necesaria. Me dio mucha pena marcar su
               despedida definitiva del fútbol ecuatoriano, porque lo traje de Uruguay
               para que jugara en Aucas. Pero le hice un bien a él y al equipo.


               Su mala cabeza le hizo perder la oportunidad de brillar y ganar mucho
               dinero para construir un bienestar para su familia, como tantas veces
               le recomendé. Me contaron que se había ido a jugar en Colombia y
               no conozco como le fue. Tiempo después lo encontré en Montevideo.
               Fuimos a cenar, no guardaba ningún resentimiento y no me lanzó
               ningún reproche.


               Inclusive el ‘Rey de la Cantera’, Pablo Aníbal Vela, que se sumó a la
               mesa, le hizo una nota periodística. Estuvimos con su mujer y con sus
               hijas. Le vi con otra estampa, bien físicamente, no sé si al fin enderezó
               su camino. Después le he perdido la pista. Ojalá le vaya bien, porque
               no es una mala persona.

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