Page 247 - LIBRO ERNESTO
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Capítulo 11



               Si volvería a nacer, les juro que sería futbolista. Espero que haya una
               cancha de fútbol en la otra vida. Quisiera meterla en el arco a cada rato
               y luego dirigir la selección celestial.

               MiS LOCUTORES pREfERidOS


               El primero fue el colombiano Jaime Tobón de la Rocha. Era fanático
               de sus relatos. En el viejo radio Telefunken de mi padre degustaba su
               maravilloso léxico, su precisión, las pinturas gramaticales que utilizaba
               para describir el majestuoso espectáculo que derrama un partido de
               fútbol. Pasaba horas imaginándome las hazañas de los cracks argentinos
               que adornaron la incomparable época de El Dorado. Y Tobón era un
               genio con el micrófono en la mano.


               En nuestro medio me fascinaba escuchar a Ecuador Martínez Collazo.
               Era típico, usaba un lenguaje sencillo y sus narraciones eran calcadas. Pa-
               recía que estaba escuchando siempre el mismo partido. Eran los tiempos
               en los que todavía no habían aparecido los radios a transistores.


               Fue un gran relator, pero en Quito comenzaron a aparecer figuras
               descollantes. Los mejores: Alfonso Laso Bermeo, Carlos Rodriguez
               Coll y Carlos Efraín Machado que le ponía una pasión incomparable.
               Tuvo una ventaja, Machado sabía lo que pasaba en la cancha, porque
               fue jugador de fútbol y tenía una idea real del valor del gol.


               Le puso una pasión sin límites, gritaba el gol hasta llegar al éxtasis
               total. Tenía temor de que sufra un infarto en plena transmisión. Lo
               comprobé el día que clasificamos por primera vez a un Mundial. Se le
               caía el alma a pedazos. Igual le pasaba a Patricio Jarrín Hidalgo que es
               otro de los sobresalientes narradores.

               La gente se imagina, escuchando la radio, que está en el partido.
               Petronio Salazar  fue otro  fenómeno, porque triunfó  en Guayaquil,
               imantando a una audiencia exigente que por primera vez se inclinó
               ante la calidad de un profesional quiteño. Él y Machado trascendieron
               internacionalmente y convirtieron a sus respectivas audiencias en un
               parlante gigantesco. Se adueñaron del aire.

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