Page 295 - LIBRO ERNESTO
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Capítulo 13



               El miércoles estaba listo. Era un traje color plata que combinaba con
               una corbata azul marino. Nos iba bien y no cambié. Lo utilicé hasta
               el 5 de enero de 1983. Los enfervorizados hinchas de Nacional lo
               desbarataron en la vuelta olímpica que dimos en el Bellavista de
               Ambato, tras la goleada en la finalísima a Barcelona. Lo transformaron
               en retacitos. Sin remordimientos y con un descaro impresionante me
               hicieron firmar autógrafos en cada pedacito que habían arrancado.

                                               Así terminó la historia del vene-
                                               rado traje de color plata que me
                                               acompañó en tantas jornadas vic-
                                               toriosas. Lo cambié por uno de
                                               color habano, que alternaba con
                                               un azul. Ya con la ‘famita’ a cues-
                                               tas, iba con traje diferente todos
                                               los domingos. Tenía absoluto de-
                                               recho para hacer un poco de pin-
                                               ta. Siempre me gustó presentarme
                                               bien vestido e ir ataviado con ter-
                                               nos elegantes, me fascinaba. Siem-
                                               pre estuve en contraposición de
                                               asistir al estadio con buzo o con
                                               camiseta. Es una imagen poco re-
                                               comendable para un profesional
               La última escena con el venerado traje gris,
               que terminó en pedacitos en la final jugada   del fútbol, pero hay gustos y gus-
               en Ambato en 1982 ante Barcelona.  tos. Yo apuntaba a la distinción.

               Otra costumbre que implanté fue almorzar los domingos después de
               los partidos con los jugadores. Preparaban una comida balanceada y
               de lujo. Los que no habían jugado como titulares se sometían bajo
               la dirección del preparador físico a una sesión táctica y física. Luego
               manteníamos una charla técnica con todo el plantel y se quedaban
               concentrados hasta el lunes en la mañana, que se marchaban a sus
               domicilios después de servirse el desayuno.

               ¿Que conseguía con esta medida? Que no suceda lo mismo que pasó
               conmigo en mi época de jugador. Después de los partidos, en pretexto

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