Page 291 - LIBRO ERNESTO
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Capítulo 13
los jugadores. Adelantos tecnológicos al margen, nadie podrá olvidar
a los viejos masajistas, que ahora son una especie en extinción, pero
que pusieron al servicio del fútbol sus manos mágicas y su corazón de
hinchas. El balompié del Ecuador les debe un homenaje.
LOS MédiCOS TAMbién METEn GOLES
El primer doctor del fútbol fue Augusto Bonilla. Implantó las
infiltraciones, una técnica revolucionaria que luego desapareció.
Servía gratis y les dejaba como nuevos a los jugadores. Era médico de
la Clínica Santa Cecilia. Su consultorio estaba abierto para todos los
futbolistas que confiaban ciegamente en él. Era la ‘mano bendita’ de
ese entonces. Después llegó el tiempo de Gonzalo Uquillas, que siguió
la línea de profesionalismo, generosidad y apoyo trazada por Bonilla.
Tras Uquillas, apareció Ernesto Iturralde, otro médico que por
su afición al deporte y al fútbol en particular no cobraba un solo
centavo. Hoy uno asiste a un consultorio y lo mínimo que paga por
una consulta es 60 dólares. Una fortuna para un ciudadano de escasos
recursos económicos. En la actualidad, los jugadores tienen a su orden
un cuerpo médico que puede tratarles cualquier dolencia, en cualquier
especialidad. De la uña del dedo gordo, a la cabeza. Un lujo.
Nacional fue uno de los pioneros en incorporar profesionales en
traumatología a su trabajo diario. Ahí apareció en escena el doctor
Jaime Morán que trabajó durante mucho tiempo exponiendo sus
enormes conocimientos.
En Guayaquil laboraron grandes profesionales como Eduardo Alcívar
y Ramón Barredo, que han servido por igual a los equipos porteños y
a la selección ecuatoriana. No he trabajado directamente con Bosco
Mendoza, el insigne médico de Barcelona, pero sus méritos y su fama
no admiten discusión. No en vano está vigente tantos años en una
de las instituciones más importantes del balompié ecuatoriano. Los
traumatólogos también le pegan al balón, a través de piernas ajenas.
Marcan goles y los salvan sobre la línea. Son los amos de los músculos.
Memorias de un triunfador 291