Page 84 - LIBRO ERNESTO
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Ernesto Guerra Galarza



            No es para cualquiera, el colocarse la sagrada camiseta de Barcelona y
            salir ovacionado por la tribuna. Y no hablo con vanidad. Si hacemos un
            recuento global, apenas un puñado hemos sido los elegidos. El ‘Clásico
            de clásicos’, es el pico más alto de los partidos que se juegan en Ecuador.
            Tiene su historia particular, es el partido con mayor antigüedad y
            rivalidad en el fútbol nacional.


            Al día siguiente de aquel partido, el diario que me había desmerecido
            el día anterior, rezaba en la primera plana: “Ernesto Guerra de por
            vida a Barcelona”. Son las cosas que adornan el rico folklore del fútbol.
            Por eso siempre repito, que “aprendí a perder para saber ganar”. Y me
            acostumbré a ganar. Pero, ¿qué significó para mi acostumbrarme a
            ganar? Simple. Era tener una vida ordenada, entrenar con dedicación
            y alimentar la llama de la superación y el hambre de gloria. Sin hambre
            de triunfo no se llega a ninguna parte. Es el resorte del éxito.


            Ustedes se preguntarán: ¿Cómo eran los entrenamientos en aquellos
            tiempos? Les cuento: dos vueltas completas a la cancha, una serie de
            movimientos de brazos, contorsiones de cintura y fútbol. A veces
            no se completaban ni los 22 necesarios para jugar un partido. Hice
            una buena campaña en Barcelona. Estaba conforme, pero Deportivo
            Quito estaba jugándose el descenso.


            Fui  al  Olímpico,  al  último  partido  en  el  que  mis  excompañeros
            exponían la categoría ante el Atahualpa. Me dedicaron el encuentro.
            Les dije que si me ofrecían su actuación, entendía que lo hacían porque
            iban a ganar y efectivamente cumplieron y el tremendo susto de perder
            la categoría se esfumó.


            Al año siguiente, los dirigentes del Deportivo Quito comenzaron
            a mover las fichas para gestionar mi regreso. En Últimas Noticias,
            apareció un verso escrito por un periodista, que entre otras cosas decía:
            “si hubiese sabido, no le hubiese vendido al Ernesto, mi trompudito
            querido”,  en  una  poesía  que  contenía  aristas  de  nostalgia.  Aquellas
            frases removieron el sentimiento de la hinchada y la ‘Operación
            retorno’ se concretó. Los dirigentes devolvieron los 22 mil sucres a sus
            pares de Barcelona y regresé a las filas del Deportivo Quito en 1959.

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