Page 87 - LIBRO ERNESTO
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Capítulo 4
Me nutrí de todos sus consejos y de su sabiduría. Viví esos momentos
deliciosos y enriquecedores en la concentración en el ‘Bim Bam Bum’
de Guayaquil. Ese hombre lo tengo como lo mejor que se cruzó en mi
vida profesional. Fue un maestro en toda la extensión de la palabra.
Al margen de lo físico y de lo técnico, Juan López era un gran
incentivador. Creo que ahí se sembró en mi mente, la semilla de una
de las virtudes que me ha reconocido la prensa nacional: el ser un gran
motivador. La motivación no es verso. No se trata de vender humo.
Viene del interior, viene del corazón, de la sangre. Hay que jugar con
pasión dejando el alma en la cancha, sin retacear el esfuerzo. Hay que
defender a muerte la camiseta y más si es la de la selección nacional. Y
lo cumplí a cabalidad cuando tuve la oportunidad de saltar a la cancha
del Estadio Modelo. Jugué frente a Paraguay, entré a sustituir a ‘Cabeza
Mágica’ Spencer. Nada más ni nada menos.
Tres cracks del fútbol ecuatoriano de todos los tiempos, luciendo la blusa tricolor. Ernesto
Guerra, Cruz Ávila, zaguero de Emelec y el inolvidable 'Ministro' Vicente Lecaro.
Ecuador terminó en el cuarto lugar. Uruguay se coronó campeón,
Argentina ocupó el segundo casillero, Brasil fue tercero y Paraguay
quedó sembrado en el quinto y último lugar. En aquel combinado
destacaron el ‘Flaco’ Alfredo Bonnard en el arco, Gonzabay en la
Memorias de un triunfador 87