Page 43 - Mikorey, Max - Judaismo y criminalidad
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regular librada con los medios del crimen contra los otros pueblos y cuya finalidad es
el cumplimiento de la promesa de Yavé de que todos los bienes del mundo pasen a
manos de su "pueblo elegido". Unicamente han variado los métodos de guerra de
acuerdo a la situación general. La escasez de dinero en la temprana Edad Media le
ofrece al judío abundante lucro como usurero; las circunstancias de inseguridad
existentes a partir de las guerras campesinas en el reinado de Enrique IV, hacen
aparecer como indicado (gracias el privilegio de 1090) agregar el comercio objetos
robados.
Posteriormente, la existencia de sectores judíos paupérrimos y las condiciones
lamentables del orden público, posiblemente también la defección de los delincuentes
no-judíos intimidados por los terribles castigos, inducen a los "reducidores" a
procurarse directamente los bienes hurtados. Esta evolución culmina en las grandes
bandas armadas de facinerosos judíos de fines del siglo 18 y principios del 19. El
desarrollo y mejoramiento de la policía, pero sobre todo la creciente prosperidad de
la judería y las perspectivas resultantes de la participación directiva en la economía
capitalista, orientan otra vez al judaísmo hacia el camino del crimen sin violencia, de
la usura de aldea, de la "reducción" de mercadería, incurriendo ahora en los delitos
típicamente capitalistas de las fundaciones dolosas, la estafa, la explotación de las
fuerzas del trabajo y por último, en el transcurso de la Guerra Mundial, en la
"intermediación deshonesta".
Aquella vinculación con el bajo fondo que ya poseía y cultivaba el "reducidor" judío
de la Edad Media (también el relato del éxodo de Egipto dice: "Con ellos partió
mucha chusma"), nos lleva a la conducción de criminales no-judíos por los
"Baalmassematten" judíos en la época de las grandes bandas de facinerosos y luego,
con el Marxismo, a la organización intelectual, e ideológica no sólo del bajo fondo -
que sigue siendo el núcleo esencial-, sino de las grandes masas de los pueblos no-
judíos, hasta que finalmente el comisario judío bolchevique vuelve a protagonizar, en
una dimensión mundial, los hechos de violencia que su antepasado, el
"Baalmassematte" de 1800, había iniciado asaltando granjas, casas y aldeas.
A diferencia de los restantes pueblos, tampoco el judaísmo tiene un pequeño sector
criminal. Antes bien, en toda su historia se verifica el apoyo a los criminales, como
luchadores por el botín de los bienes no-judíos prometidos por Yavé a los judíos, por
lo menos por la mayoría abrumadora de los judíos directamente partícipes en las
correrías de saqueos y hurtos propiamente dichos.
No se trata aquí de una criminalidad como la que se registra, en mayor o menor
proporción, en todo organismo popular, aquí nos encontramos más bien ante UN
PUEBLO DE ESENCIA CRIMINAL, que se rige por una ley ajena a toda valoración
ética, que hace aparecer el despojo del no-judío como algo "permitido", más aun,
como un mandamiento. Yavé, que prometió a los judíos toda la propiedad de los no-
judíos dice expresamente (Isaías 60: 5-12): "Vendrán a tí los tesoros del mar, llegarán
a tí las riquezas de los pueblos... con los navíos de Tarsis a la cabeza, para traer de