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RASSINIER : La mentira de Ulises



                       generaciones.

                       LA HÄFTLINGSFÜHRUNG.
                                     «Sus tareas eran las siguientes: mantener el orden en el campo, velar por la
                               disciplina para evitar la intervención de la S.S., etc. Durante la noche – que
                               permitía suprimir las patrullas de la S.S. en el campo – su tarea era acoger a los
                               recién llegados, lo cual evitó poco a poco los brutales enredos de la S.S. Esta era
                               una tarea difícil e ingrata. La guardia del campo de Buchenwald golpeaba raramente,
                               aunque hubo a menudo brutales altercados. Los recién llegados, que venían de otros
                               campos, desde luego estaban asustados cuando eran recibidos por la gente de la
                               guardia del campo de Buchenwald, pero siempre sabían apreciar seguidamente esta
                               acogida más benigna que en otros sitios... Siempre había ciertamente tal o cual
                               miembro de la guardia del campo que con arreglo a su manera de expresarse podía
                               pasar por un S.S. malogrado. Pero esto tenía poca importancia. Sólo contaba el fin:
                               manfener un núcleo de prisioneros contra la S.S. Si la guardia del campo no
                               hubiese hecho reinar una impecable apariencia de orden frente a la S.S., ¿qué
                               hubiera sido del campo entero y de los millares de prisioneros en el de las llegadas
                               y salidas en grupo, durante las operaciones de castigo y «last not least» ( ) en los
                                                                                           1
                               últimos días antes  de la liberación?» (Página 62.)
                       [210]
                            Si me remito solamente a mi experiencia personal acerca de la acogida que se le
                       dispensó a mi convoy en dos campos diferentes, no me es posible convenir que fue mejor en
                       Buchenwald que en Dora, sino más bien lo contrario. Pero debo reconocer que las condiciones
                       generales de vida en Buchenwald y en Dora no eran comparables: el primero era un sanatorio
                       en relación al segundo. Deducir de ello que esto se debía a una diferencia de composición, de
                       esencia y de convicciones políticas o filosóficas entre las dos Häftlingsführung sería un error:
                       si se las hubiese invertido en bloque el resultado hubiese sido el mismo. En ambos casos, su
                       comportamiento estaba impuesto por las condiciones generales de existencia y no viceversa.
                            En la época de la que habla Eugen Kogon, Buchenwald estaba en el término de su
                       evolución. Todo estaba acabado o casi: los servicios ya funcionaban, se había establecido un
                       orden. Los de la S.S., menos expuestos a las molestias que el desorden trae consigo,
                       insertados en un programa regular y casi sin azares, se irritaban mucho menos que antes. En
                       Dora, por el contrario, el campo estaba en plena construcción, era preciso crear todo e
                       instalarlo con los medios limitados de un país en guerra. El desorden era el estado natural.
                       Allí todo chocaba entre sí. La S.S. era inabordable y la Häftlingsführung  no sabiendo qué
                       inventer para complacerla iba a menudo más allá de sus deseos. En Buchenwald, las
                       exigencias de un Kapo  o de un Lagerältester, idénticas en sus móviles y en sus fines, eran
                       menos sensibles en su alcance solamente porque en una situación major en todos los puntos
                       ellas no entrañaban consecuencias tan graves para la masa de detenidos.
                            Conviene añadir como prueba suplementaria, aun redundante, que en el otoño de 1944
                       el campo de Dora estaba también terminado poco más o menos, y aun sin haber modificado
                       en nada la Häftlingsführung  su comportamiento, las condiciones materiales y morales de
                       existencia podían compararse a las de Buchenwald. En aquel momento se precipitó el fin de la
                       guerra, los bombardeos limitaron las posibilidades de abastecimiento, el avance de los aliados
                       en ambos frentes aumentó la población con la de los campos evacuados del Este y del Oeste y
                       todos los problemas se plantearon de nuevo.
                            Queda por señalar el razonamiento según el cual para mantener un núcleo contra la S.S.
                       era importante el sustituirla: no lo entiendo, pues todo el campo estaba naturalmente contra la

                       [211] S.S. Podría sostenerse que hubiera sido preferible mantener «en vida» a todo el mundo
                       contra la S.S., y no solamente a un núcleo a sus órdenes, aunque sólo fuese para suscitarle
                       dificultades suplementarias... En lugar  de esto, se empleó un medio que si bien salvó a este
                       precioso núcleo hizo morir a la masa. Porque como reconoce Eugen Kogon, después de David
                       Rousset, no eran sólo las buenas maneras las que intervenían en la cuestión:




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                         "last but not least" : lo que va en último lugar pero no en último orden de importancia. (N.delT.)

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