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RASSINIER : La mentira de Ulises



                       detenidos que no profiriesen tratar directamente con la S.S.: el Kapo que robaba con exceso
                       golpeaba también más fuerte para agradar a la S.S. y era raro que una simple reprimenda de
                       uno de la S.S. no entrañase por añadidura una tunda del Kapo.
                       LOS ARGUMENTOS.

                            Los argumentos que justifican la salvación de un núcleo ante todo y a toda costa, no
                       son más concluyentes que los hechos.
                                     «¿Qué habría sido del campo entero, sobre todo en el momento de la
                               liberación?» (Página 273 de la  obra citada.)
                       empieza por preguntarse Kogon atemorizado. De esto que precede resulta ya que el campo
                       entero sólo hubiera tenido un motivo de menos para morir a este ritmo. No basta con añadir:
                                     «Es así como los primeros carros de combate norteamericanos que venían del
                               Norte-Oeste, encontraron liberado Buchenwald.» (Página 304.)

                       y hace recaer el mérito de ello sobre la Häftlingsführung, para que esto sea verdad. Según eso
                       se podría decir también que entraron en una Francia liberada, lo cual sería ridículo. La verdad
                       es que la S.S. huyó ante el avance norteamericano e intentando llevar consigo el mayor
                       número posible de presos lanzó a la Häftlingsführung con las porras en la mano a la caza del
                       hombre en el campo.
                            Gracias a esto, la operación se hizo con un mínimo de desorden. Y si por una
                       milagrosa casualidad la ofensiva de los norteamericanos hubiera sido detenida ante el campo,
                       hasta tal punto que una contraofensiva alemana llevada vigorosamente hubiese podido decidir
                       el resultado de la guerra en otro sentido, el razonamiento ofrecería una cierta ventaja que se
                       trasluce de estas líneas:

                       [214]
                                     «Las jefaturas de la S.S en los campos no eran capaces de ejercer un control
                               sobre decenas de millares de presos de otra manera que no fuese la exterior y
                               esporádica.» (Página 275.)

                            Dicho de otro modo, en una Alemania victoriosa cada uno de los funcionarios de
                       autoridad del campo hubiese podido alegar su contribución personal al mantenimiento del
                       orden, su abnegación, etc., para obtener la liberación.
                            Y el texto que se acaba de leer hubiera podido aparecer sin cambiar ni una sola coma.

                                     «Mediante un combate sin cesar había que romper y hacer inoperante el
                               método de la S.S. que mezclaba las diversas categorías de presos, mantenía las
                               oposiciones naturales y provocaba otras artificiales. Los motivos de esto eran claros
                               entre los rojos. Entre los verdes no era de ningún modo por motivos políticos;
                               querían poder dar libre curso a sus prácticas habituales: corrupción, chantaje y
                               búsqueda de ventajas materiales Todo control les era insoportable, en especial un
                               control procedente del interior del mismo campo.» (Página 278.)
                            Es evidente que ningún método de la S.S. podía hacerse inoperante desde el momento
                       en que practicado por otros con eI mismo propósito se aplicaba al mismo objeto y en la
                       misma forma. Más aún: era innecesario. La S.S. ya no tenía necesidad de golpear puesto que
                       aquellos en los cuales había delegado sus poderes golpeaban mejor; ni de robar, pues ellos
                       robaban mejor y el beneficio era el mismo cuando no era más substancial; ni de hacer morir a
                       fuego lento para hacer respetar el orden, pues se ocupaban de ello en su lugar  y el orden era
                       más resplandeciente.
                            Por otra parte, yo no he observado nunca que la intervención de la burocracia del
                       campo haya borrado las oposiciones naturales, ni que las diverses categorías de presos hayan
                       estado menos mezcladas de lo que había decidido la S.S.
                            Los métodos empleados, se estará de acuerdo, no eran convenientes para obtener este
                       resultado. Y el fin perseguido – el confesado – no era sino aquel de «dividir para reinar», este




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