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RASSINIER : La mentira de Ulises



                       principio

                       [215] que vale para todo poder deseoso de sostenerse y que valía tanto para la
                       Häftlingsführung  como para la S.S. En la práctica, mientras que la última oponía
                       indistintamente la masa de presos a los que ella había escogido para gobernarles, la primera se
                       servía del matiz político, de la naturaleza del delito y de la selección de un núcleo de cierta
                       calidad.
                            Lo que es divertido – ¡a distancia! – en esta tesis es la distinción que hace entre los
                       rojos y los verdes en el poder, acusando a estos últimos de corrupción, de chantaje y de
                       búsqueda de ventajas materiales: ¿qué hacían pues los rojos que no fuese esto? Y para el preso
                       ordinario, ¿cuál era la diferencia si le era imposible medirla en un resultado?
                            En un mundo bizantinizado por décadas de una enseñanza para pequeños-burgueses, la
                       yuxtaposición de proposiciones abstractas adquiere mayor importancia que el inexorable
                       encadenamiento de los hechos. Una moral que para establecer un contraste entre el delito de
                       derecho común y el delito político tiene necesidad de suponer una diferencia esencial entre los
                       culpables no da importancia a una identidad de los móviles del comportamiento en los unos y
                       en los otros, en cualquier circunstancia que sea. Ella incita a despreciar demasiado la
                       influencia del ambiente, pero las reacciones de los individuos más desinteresados y más
                       irreprochables son diferentes si se les trasplanta a un medio que ponga diariamente la vida en
                       peligro.
                            Es lo que se ha producido en los campos de concentración: las necesidades de la lucha
                       por la vida y los apetitos más o menos confesables, han prevalecido sobre todos los principios
                       morales. En la base, estaba el deseo de vivir o de sobrevivir. En los menos escrupulosos, iba
                       acompañado por la necesidad de robar comida y después por la de asociarse para robar major.
                       Los más hábiles en asociarse para alimentarse mejor – los políticos, pues en la coyuntura la
                       operación requería más destreza que fuerza – fueron los más fuertes para conquistar el poder
                       parque eran los mejores alimentados. Y también fueron los más fuertes para conservarlo
                       porque intelectualmente eran los más hábiles. Pero ningún principio moral en el sentido en el
                       que lo entendemos en el mundo exterior a los campos ha intervenido en esta concatenación de
                       hechos de otro modo que por su ausencia.
                            Después de esto, se puede escribir:

                       [216]
                                     «En cada  campo, los presos políticos se esforzaron en tomar en sus manos
                               el aparato administrativo interno, o, llegado el caso, lucharon por conservarlo. Esto
                               a fin de defenderse por todos los medios contra la S.S., no solamente para llevar el
                               duro combate por la vida sino también para ayudar en la medida de lo posible a la
                               disgregación y al hundimiento del sistema. En más de un campo, los jefes de los
                               presos políticos han realizado durante años un trabajo de este género, con una
                               admirable perseverancia y un desprecio completo de la muerte.» (Página 275.)
                            Pero esto no es más que un descargo cuya forma por laudatoria que sea no logra ocultar
                       que él asemeja a todos los presos políticos – incluso a aquellos que no han buscado nunca el
                       ejercer ninguna autoridad sobre sus compañeros de infortunio – con los menos escrupulosos
                       de entre ellos. Ni la declaración: «Defenderse por todos los medios...»
                            Por todos los medios, he aquí lo que esto podía significar:
                                     "Cuando la S.S. pedía a los políticos que hiciesen una selección de los
                               presos "ineptos para vivir" ( ) con el fin de matarlos, y una negativa hubiese podido
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                               significar el fin de los rojos y el regreso de los verdes, entonces era preciso estar
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                               en esta selección o un retiro probable de las responsabilidades en el campo, lo cual,
                               después de todas las experiencias hechas, podía tener todavía peores consecuencias.
                               Cuanto más sensible era la conciencia, más difícil resultaba el tomar esta decisión.
                               Como había que tomarla y sin tardar, era preferible confiarla a temperamentos
                               vigorosos, con el fin de que no fuésemos transformados todos en mártires.» (Página
                               327.)



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                         Entre comillas en el texto.

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