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RASSINIER : La mentira de Ulises



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                       por alto los golpes que procedentes de todas partes acompañaban al asesino en el Bunker ( )...
                       En el segundo, ella aprobaba la actitud de la Häftlingsführung precisamente para evitar
                       demandas de explicaciones, de justificaciones, etc., y molestias de todo género por parte de
                       este grado jerárquico superior. En ambos casos, en el sentido de la facilidad, no había nada
                       que fuese compatible con el orden, incluso revisado y corregido sobre el terreno.
                            En el asunto Osterloh, al cual habían dado imprudentemente los rojos el carácter de una
                       cuestión de conciencia en la cual la honradez atacaba al orden, tuvo que intervenir Berlín y
                       suscitó tantas dificultades que, según la declaración del testigo, la jefatura de la S.S. de
                       Buchenwald sólo pudo lograr que se echase tierra al asunto. En general, las jefaturas de la
                       S.S. tampoco deseaban referirse a él. Temían las tardanzas, las indiscreciones,

                       [221] incluso los escrúpulos que podían tomar el de ligeras persecuciones y en cabeza de los
                       cuales estaba el envío a otra formación, lo cual en tiempo de guerra tenía graves
                       consecuencias. Teniendo a Berlín en una ignorancia casi tctal, informándole sólo de lo que no
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                       podían ocultarle ( ), regulaban al máximo sobre el terreno.
                            Si se duda sobre ello, he aquí otro texto:
                                     «Frecuentemente, tenían lugar  en los campos las visitas de la S.S. Con este
                               motivo, la jefatura de la S.S. aplicaba un extraño método: por una parte disimulaba
                               todos los detalles accesorios; por otra organizaba verdaderas exhibiciones. Todos
                               los dispositivos que podían hacer adivinar que se torturaba a los presos eran
                               pasados en silencio por los guías, y se les ocultaba. De este modo el famoso potro
                               que se encontraba en la plaza era disimulado en un barracón habitable hasta que
                               partían los visitantes. Una vez, parece ser que se olvidaron de tomar estos medidas
                               de prudencia: al preguntar un visitante qué era este instrumento, uno de los jefes del
                               campo respondió que era un molde de carpintería que servía para fabricar formas
                               especiales. Igualmente eran apartadas las horcas y las estacas en las cuales se
                               colgaba a los presos. Los visitantes eran conducidos a través de unas «instalaciones
                               modelo»: enfermería, cine, cocina, biblioteca, almacenes, servicio de limpieza de
                               ropa y sección de agricultura. Si entraban en algún bloque lo hacían en los que
                               habitaban «fuera del servicio» los peluqueros y los sirvientes de la S.S. y algunos
                               presos privilegiados, bloques que por este motivo nunca estaban superpoblados y
                               siempre se encontraban limpios. En la huerta, así como en el taller de escultura, los
                               visitantes de la S.S. a veces recibían regalos como recuerdo.» (Página 258.)
                       [222]
                            Esto en cuanto a Buchenwald. Si se quiere saber quiénes eran esos visitantes,
                       veámoslo:

                                     «Había visitas colectivas y visitas particulares. Estas últimas eran
                               especialmente frecuentes en período de vacaciones, cuando los oficiales de la S.S.
                               enseñaban el campo a sus amigos o parientes. Estos eran igualmente, en su
                               mayoría, miembros de la S.S. o jefes de la S.A., a veces también oficiales de la
                               Wehrmacht o de la policía. Las visitas colectivas eran de diferentes clases. Se veía
                               frecuentemente a promociones de agentes de policía o gendarmes de un cercano
                               centro de formación, o a promociones de aspirantes de la S.S. Después de
                               comenzada la guerre, había también visitas de oficiales aviadores. De vez en
                               cuando, se veían igualmente paisanos. Una vez llegaron a Buchenwald delegaciones
                               de juventudes de los países fascistas que se habían reunido en Weimar para un
                               "congreso cultural". También iban al campo grupos de las juventudes hitlerianas.



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                         La prisión interior del campo. De creer a Eugen Kogon, "No fue la SS. quien la inventó sino el primer
                       Lagerältester Richter» (pag. 174), cuando la S.S. ni siquiera pensaba en ello.
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                         Para el lector que encuentre este punto de vista un poco aventurado me permito recordarle mi nota marginal de
                       la página 184. En Francia, los ministerios de Justicia y de Educación Nacional ignoran poco más o menos todo lo
                       que sucede en las prisiones y en los campos llamados de reeducación: las normas prácticas de la disciplina están
                       generalmente en constante y flagrante delito de violación de las instrucciones oficiales y nadie se entera de ello
                       más que con motivo de escándalos periódicos. En todos los países del mundo sucede así: hay un "mundo de
                       delincuentes que vive al margen del otro, en situación de relegación, y en el cual hace de rey el "Chaouch". En los
                       confines de este "mundo" se sitúan los pueblos coloniales, a propósito de los cuales los ministerios de Colonias y de
                       la Guerra de los que dependen, ignoran también totalmente el comportamiento de sus ayudantes, que llenan sin
                       embargo circulares humanitarias.

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