Page 11 - Pacto de silencio
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la causa del síndrome— camino de Madrid, en donde al día siguiente comenzaría en
           un pabellón especialmente habilitado en la Casa de Campo el mencionado «juicio del
           siglo»,  cuyos  250 000  folios  de  sumario  obligaban  a  prácticamente  un  año  de

           declaraciones de los 38 procesados, más de 70 abogados, 50 peritos y más de 2 500
           testigos,  con  el  objeto  de  juzgar  a  los  acusados  de  envenenar  a  más  de  25 000
           españoles con ese aceite presuntamente tóxico.
               Me preguntaba una y otra vez qué poderosas razones habría para que durante todo
           este tiempo se insistiera por parte oficial en que el criminal se escondía detrás del

           aceite, lo cual era imposible, como más adelante veremos, al tiempo que se intentaba
           acallar  las  voces  de  aquellos  que  clamaban  porque  se  investigaran  otras  posibles
           causas que pudieran haber originado la gran tragedia de la primavera de 1981.
               Pasada la una de la madrugada el tráfico se había hecho ya mucho más fluido, y al

           cruzar por encima del túnel que une la base de Torrejón con instalaciones americanas
           menos conocidas en el interior del cerro que queda al otro lado de la N-II, al sureste
           de la pista, túnel que da acceso —tras una puerta prácticamente infranqueable— al
           sector oculto de la base, me acordé casi obligadamente de los rumores que buscaban

           en los equipos americanos de Torrejón de Ardoz la causa del envenenamiento. Hasta
           el punto de que buenos amigos míos, controladores en la torre de Barajas, llegaron a
           confeccionar en su día un mapa que reflejaba que los primeros afectados se alineaban
           a lo largo de la ruta de salida de la pista 23 de Torrejón, y de la aerovía de acceso

           UG/G-19, que, procedente de Zamora, pasa por Navas del Rey para doblar al sur de
           Getafe hacia la pista de Torrejón. Pero la causa tampoco hay que buscarla allí. La
           base  americana  tiene  ciertamente  algunas  connotaciones  con  el  síndrome,  pero  no
           está ni muchísimo menos directamente relacionada con el foco de la epidemia.

               Enfrascado  en  estos  pensamientos,  me  vino  a  la  memoria  el  comentario  de  un
           amigo que no entendía qué hacía yo siguiendo la pista del origen de la intoxicación
           masiva de 1981: «¡Pero si éste no es tu tema…!».

               Me decidí hace ya unos años a seguir esta pista por la sencilla razón de que el
           escándalo  del  síndrome  tóxico  está  salpicado  de  ingredientes  que  se  insinúan
           inmersos en un contexto de ensayo químico. La víctima: el ser humano. Ése sí es mi
           tema.
               En enero de 1982 publiqué un editorial en la revista Mundo Desconocido que,

           bajo el título de «La humanidad cobaya», comenzaba así: «Alguien me preguntó sí
           con  determinado  pasaje  del  editorial  de  MD  n.º  63  (septiembre  de  1981)  quise
           insinuar que los más de 250 muertos por el síndrome tóxico habían sido víctimas de

           un ensayo de plaga dirigida. No, no tenemos pruebas como para insinuar esto. Lo que
           sí puede hacerse es echar mano del síndrome tóxico como demostración de lo fácil
           que es envenenar a todo un sector de población de forma imperceptible, disimulada y
           —si  se  hace  bien—  impune».  Y  continuaba:  «Si  en  el  editorial  de  MD  n.º  17
           (noviembre  de  1977)  denunciamos  los  ensayos  de  guerra  meteorológica,  en  otros

           varios  (especialmente  el  del  n.º  30,  diciembre  de  1978)  los  de  la  aplicación



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